carácter fantástico de aquellos instrumentos le fascinaba, y le producía un curioso placer la idea de que el arte, como la naturaleza, tiene sus monstruos, criaturas de forma bestial y voces odiosas. Sin embargo, al cabo de algún tiempo se cansaba de ellos, y regresaba a su palco en la ópera, ya fuese solo o en compañía de lord Henry, para escuchar con profundo placer Tannhäuser, viendo en el preludio de esa gran obra una interpretación de la tragedia de su alma.