Basil había pintado el retrato que echó a perder su vida. Eso no se lo podía perdonar. El retrato tenía la culpa de todo. Basil le dijo cosas intolerables que él, sin embargo, soportó con paciencia. El asesinato fue obra, sencillamente, de una locura momentánea. En cuanto a Alan Campbell, el suicidio había sido su decisión personal. Había elegido actuar así. Nada tenía que ver con él.