More on this book
Community
Kindle Notes & Highlights
En la actualidad no queremos atarnos a las cosas ni a las personas. Los vínculos son inoportunos. Restan posibilidades a la experiencia, es decir, a la libertad en el sentido consumista.
Hoy la identidad la determina principalmente la información. Nos producimos a nosotros mismos en los medios sociales. La expresión francesa «se produire» significa ponerse en escena. Nos escenificamos a nosotros mismos. Representamos nuestra identidad.
Muestra marcas materiales que le prestan una historia. Un libro electrónico no es una cosa, sino una información.
No es, aunque dispongamos de él, una posesión, sino un acceso.
Sin el tacto físico, no se crean vínculos.
Los medios sociales explotan completamente la comunicación. Plataformas como Airbnb comercializan la hospitalidad. El capitalismo de la información está conquistando todos los rincones de nuestra vida; es más, de nuestra alma. Los afectos humanos son sustituidos por valoraciones o likes. Los amigos se cuentan en números. La cultura está completamente al servicio de la mercancía.
La información que no me interesa la borro en un instante. En cambio, los contenidos que me gustan puedo ampliarlos con los dedos. Tengo el mundo completamente bajo control. El mundo tiene que cumplir conmigo. El smartphone refuerza así el egocentrismo. Al tocar su pantalla, someto el mundo a mis necesidades. El mundo parece estar digitalmente a mi entera disposición.
En Tinder degrada al otro a objeto sexual. Privado de su otredad, el otro también se torna objeto consumible.
Preferimos escribir mensajes de texto, en lugar de llamar, porque al escribir estamos menos expuestos al trato directo. Así desaparece el otro como voz.
La digitalización hace desaparecer al otro como mirada.
La ausencia de la mirada es también responsable de la pérdida de empatía en la era digital. De hecho, al niño pequeño se le niega la mirada cuando la persona con la que se relaciona mira fijamente el smartphone.
siguiente paso en la civilización será la conversión del mundo en imagen. Consistirá en recrear el mundo a partir de imágenes, es decir, en producir una realidad hiperreal.
El objeto es originalmente algo que se me opone y se me resiste. Los objetos digitales no tienen la negatividad del obicere.
El smartphone es el principal infómata de nuestro tiempo. No solo hace superfluas muchas cosas, sino que escamotea las cosas del mundo al reducirlas a información.
Las no-cosas están desnudas. Lo decorativo, lo ornamental es característico de las cosas.
subordinamos completamente la vida a funciones e informaciones, desterramos de ella lo divino.
smartphone irrealiza el mundo.
Quien sabe lo que sucede en su interior algorítmico se siente con razón perseguido por él. Él nos controla y programa. No somos nosotros los que utilizamos el smartphone, sino el smartphone el que nos utiliza a nosotros.
El smartphone es también un pornófono. Nos desnudamos voluntariamente. Funciona como un confesonario portátil. Prolonga el «poderío sagrado del confesonario»[27] en otra forma.
El like es el amén digital. Cuando
El sistema comunista, que suprime la libertad, difiere fundamentalmente del capitalismo neoliberal de la vigilancia, que explota la libertad.
«Protect Me From What I Want»,
El poder smart no funciona con mandamientos y prohibiciones. No nos hace dóciles, sino dependientes y adictos.
Es permisivo, no represivo. No nos impone el silencio. Más bien nos incita y anima continuamente a comunicar y compartir nuestras opiniones, preferencias, necesidades y deseos.
¿Sería como un oso de peluche digital?
Esto se contradice con el hecho de que el smartphone es un objeto narcisista. El objeto de transición encarna al otro. El niño habla y se acurruca
Los objetos de transición son pobres en estímulos. Por eso intensifican y estructuran la atención. La sobrecarga sensorial que emana del smartphone fragmenta la atención y desestabiliza la psique, mientras que el objeto de transición tiene un efecto estabilizador.
Con el smartphone tenemos, por el contrario, una relación narcisista. Guarda muchas similitudes con los llamados «objetos autistas».
A diferencia del objeto de transición, el smartphone es duro. El smartphone no es un oso de peluche digital. Más bien es un objeto narcisista y autista en el que uno no siente a otro, sino ante todo a sí mismo.
Como resultado, también destruye la empatía.
Hoy nos comunicamos de forma tan compulsiva y excesiva porque estamos solos y notamos un vacío. Pero esta hipercomunicación no es satisfactoria. Solo hace más honda la soledad, porque falta la presencia del otro.
En la fotografía digital, la alquimia deja paso a la matemática. Desencanta la fotografía.
Si el «esto ha sido» es la verdad de la fotografía, la fotografía digital es una mera apariencia. La fotografía digital no es una emanación, sino una eliminación del objeto.
La fotografía digital no es novelesca, sino episódica.
La selfi no es una cosa, sino una información, una no-cosa.
Hacerse selfis es un acto comunicativo. Por tanto, deben ser expuestos a la mirada ajena, ser compartidos. Su esencia es la exhibición, mientras que el secreto caracteriza a la Fotografía.
El Snapchat Messenger consuma la comunicación digital instantánea. Representa el tiempo digital en su forma más pura.
El selfi anuncia la desaparición de la persona cargada de destino e historia.
La inteligencia artificial no puede pensar porque no se le pone la carne de gallina. Le falta
La inteligencia artificial puede calcular con rapidez, pero le falta el espíritu. Para el cálculo, el estremecimiento solo sería una perturbación.
La inteligencia artificial es apática, es decir, sin pathos, sin pasión. Solo calcula.
El big data sugiere un conocimiento absoluto. Las cosas revelan sus correlaciones secretas. Todo se vuelve calculable, predecible y controlable. Se anuncia toda una nueva era del saber.
big data proporciona un conocimiento rudimentario.
El futuro que calcula no es un futuro en el sentido propio de la palabra. Aquella es ciega para los acontecimientos.
Todo sigue igual.
legere). La inteligencia artificial solo elige entre opciones dadas de antemano, últimamente entre el uno y el cero. No sale de lo antes dado hacia lo intransitado.
pensamiento humano es más que cálculo y resolución de problemas.
«faire l’idiot».[63] No es la inteligencia, sino un idiotismo, lo que caracteriza al pensamiento.
Ante la digitalización, Kafka habría admitido con resignación que los fantasmas han logrado su victoria final contra la humanidad tras haber inventado internet, el correo electrónico y el smartphone. Los fantasmas retozan en la red.
Las infoesferas son de hecho fantasmales. En ellas, nada puede materializarse. Las no-cosas son alimento para los fantasmas.