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La comunicación digital elimina el encuentro personal, el rostro, la mirada, la presencia física. De este modo, acelera la desaparición del otro. Los fantasmas habitan el infierno de lo igual.
distancias. La relación con el otro presupone una distancia. La distancia asegura que el tú no se rebaje a un ello. En la era de la desaparición de la distancia, la relación da paso al contacto sin distancia.
Hoy percibimos la realidad principalmente en términos de información. La capa de información que recubre las cosas como una membrana sin aberturas impide la percepción de las intensidades.
La realidad como información pertenece al orden del to like, no del to love. El me gusta inunda el mundo. La negatividad de lo otro es inherente a toda experiencia intensa. La positividad del like transforma el mundo en un infierno de lo igual.
Y Lacan dice de la cosa: «Lo que hay en la cosa: ese es el verdadero misterio».[97]
La NO-COSA es lo real que rehúye lo simbólico. Atraviesa la red de la representación. Es el punctum de la realidad, ese «campo ciego» (champ aveugle)
Es precisamente el exceso del significante lo que condensa el poema en cosa.
El poeta se abandona a un proceso casi inconsciente. El poema se teje con significantes liberados de la servidumbre de producir significado. El poeta no tiene ideas. Una ingenuidad mimética lo caracteriza. Se propone formar un cuerpo, una cosa, con las palabras. Las palabras como piel no encierran un significado, sino que se estiran alrededor del cuerpo. La poesía es un acto de amor, un juego erótico con el cuerpo.
La poesía no trabaja en la formación de significados, sino en la de cuerpos.
El arte ya no es un oficio que da a la materia forma de cosa sin intención, sino una obra de pensamiento que comunica una idea prefabricada. El olvido de las cosas se apodera del arte. Este se deja llevar por la comunicación. Se carga de información y discurso. Quiere instruir en vez de seducir. La información destruye el silencio de la obra de arte como cosa: «Los cuadros originales son silenciosos o inmóviles en un sentido en el que la información nunca lo es».[108]
Tanto los rituales como las cosas queridas son polos de descanso que estabilizan la vida. Las repeticiones los distinguen.
Solo las repeticiones llegan al corazón. También su ritmo se debe a la repetición. La vida de la que se ha alejado toda repetición carece de ritmo, de latido. También el ritmo estabiliza la psique. Da una forma al tiempo, que es en sí mismo un elemento inestable:
En la era de las emociones, de los arrebatos y de las experiencias, que son irrepetibles, la vida pierde forma y ritmo. Se torna radicalmente fugaz.
Lo sagrado está ligado al silencio. Nos hace escuchar: «Myein, consagrar, significa etimológicamente “cerrar”; los ojos, pero, sobre todo, la boca.
El verbo fundamental de nuestro tiempo no es «cerrar», sino abrir; «los ojos, pero, sobre todo, la boca». La hipercomunicación, el ruido de la comunicación, desacraliza, profana el mundo.
El silencio no produce nada. Por eso, el capitalismo no ama el silencio.
El dichoso olvido de sí mismo da paso a la excesiva autoproducción del ego.
El silencio es una manifestación de negatividad.
La compulsión de producir y comunicar destruye el recogimiento contemplativo.
no tenemos tiempo para cerrar los ojos. Los ojos se ven forzados a una «continua voracidad».[140] Pierden el silencio, la atención profunda. El alma ya no reza.
Las letras y las imágenes imperiosas nos obligan a leer, mientras que las cosas del mundo imploran a nuestros sentidos que les den un significado. Las segundas ruegan; las primeras mandan. […]
Producimos incesantemente información para que a otros les guste.
Nuestro lema es, más bien, compartir, sharing. Ahora queremos compartirlo todo con todo el mundo, lo cual conduce a un ruidoso tsunami de información.
la «incapacidad de oponer resistencia a un estímulo», es una actitud destructiva para el espíritu.
La incapacidad de «no reaccionar» es ya «enfermedad», «decadencia», «síntoma de agotamiento».
Hoy nos producimos sin cesar. Esta autoproducción hace ruido. Guardar silencio significa retirarse. El silencio es también un fenómeno de ausencia del nombre. No soy dueño de mí mismo, de mi nombre. Soy un invitado en mi casa, solo soy el inquilino de mi nombre. Michel Serres guarda silencio deconstruyendo su nombre:
Solo es visible lo que permanece quieto.
Todo lo que se apresura está condenado a desaparecer.
Cuando todo se vuelve calculable, la felicidad desaparece.
Explotamos la Tierra de forma tan brutal porque declaramos muerta a la materia y degradamos la tierra a recursos. La «sostenibilidad» por sí sola no basta para revisar fundamentalmente nuestra relación con la Tierra. Lo que se necesita es una concepción distinta del todo de la Tierra y de la materia.
que daríamos una digna despedida. Ahora las cosas están casi muertas. No se utilizan, sino que se consumen. Solo el uso prolongado da un alma a las cosas. Solo las cosas queridas están animadas.