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«No puedo permitirme que me vean contigo.» El recuerdo de esas palabras me sienta como una patada en el estómago. Nadie me había dicho algo así jamás.
Hasta mañana, Ruby.
Demasiado tarde. Durante las próximas dos horas te tengo presa aquí conmigo.
Estás muy... muy guapa.
Inesperadamente, James vuelve a cogerme de la mano. Y me toma por la cintura: aguanto la respiración. Mi corazón se acelera y no sé cómo es posible, pero me resulta sorprendentemente agradable que me toque. En ese momento ya no puedo ni acordarme de por qué me cae mal. «¿Qué está haciendo conmigo?»
Casi te suplicaba con los ojos que lo mirases.
Puedes preguntárselo tú misma, Ember —indica de repente mamá. Me vuelvo hacia ella con el ceño fruncido. —¿Cómo? —El chico está delante de nuestra puerta —explica señalando con el pulgar por encima del hombro—.
Sobre todo después de coger mi mano y de haber tenido ese momento de complicidad. Vi perfectamente lo cálida que se volvió su mirada y sentí claramente las chispas que
surgían entre nosotros. No son imaginaciones mías.
Compruebo que, en realidad, prefiero contemplar a Ruby que a mi equipo. Al menos mirarla a ella me hace mucho menos daño.
—Déjala en paz, Fitzgerald. Sus ojos se abren y yo miro sorprendida. Lydia está junto a nosotros. Lanza a Wren una mirada furiosa antes
El corazón me late desbocado y me pregunto qué diablos se ha propuesto en el momento en que me atrae un poco más cerca de él. Su pecho roza el mío y aprieta brevemente mi mano antes de soltarla y empezar a moverse al ritmo de la música. James Beaufort se planta ante mí. Desciende sonriente la vista para mirarme y comienza a hacer círculos con las caderas.
Inspiro hondo, aprieto los puños y me separo de la pared con ánimos renovados. Voy a refrescarme, volveré al salón, me tomaré la Coca-Cola y bailaré con James. ¿Qué puede pasar? Cotillearán de todos modos, así que al menos voy a divertirme un poco.
me agacho un poco para cogerla en brazos. Ni siquiera protesta, sino que hunde el rostro
en mi cuello para que nadie vea que está llorando.
—Mamón de mierda —digo en voz baja. Me hubiera gustado gritárselo a la cara, pero no quiero asustar a Ruby. Con ella en brazos me doy media vuelta y salgo por la puerta trasera del jardín de invierno.
A continuación, inclina la cabeza hacia delante, la apoya sobre mi pecho e inspira profundamente. Su respiración es tan temblorosa como todo su cuerpo. Es horrible verla así.
—Es una muchacha encantadora, señor Beaufort —resuena de repente la voz de Percy por el altavoz sobre mi cabeza. Miro hacia delante aunque la mampara de separación está subida—. No lo estropee. —No tengo ni idea de qué estás hablando. Pero no suelto la mano de Ruby.
Ruby Bell, ¿puede ser que estés flirteando conmigo?
Después de lo que ocurrió hace una semana en compañía de sus padres, nunca hubiese creído que llegaría el momento en que me alegraría de verlo esperándome por la mañana.
—No sabe que me he sentado con vosotras —dice Lydia de golpe. Se limpia la boca delicadamente con la servilleta y bebe un sorbo de la botella de agua—. Estoy aquí porque me quería disculpar por lo del viernes. —Pero tú no hiciste nada —le contesto asombrada. —Mis amigos y yo metimos la pata —dice negando con la cabeza.
—¿Qué? —articulo con los labios. James coge el móvil. Poco después, el mío se ilumina sobre la mesa. Le gustas. Pongo los ojos en blanco y no le hago caso.
pesar de ello, legible; y justo debajo... aparezco yo. Con James, que se inclina y sostiene suavemente mi mano en la suya, como invitándome a bailar con él.
No nos habías contado que pronto serás adulta —se entremete James. Levanta los brazos por encima de la cabeza y se estira—. ¿Cómo es que no me has invitado? —Porque no sabes comportarte —respondo. —Te mostraré lo bien que puedo portarme —dice, pero suena exactamente a lo contrario.
—Le estás dando esperanzas a ese pobre chico —dice de golpe. —¿Qué pasa, James? ¿Sientes envidia? Es la única réplica que se me ocurre a bote pronto. Pero cuando no contesta y lo miro de reojo, veo que ha metido las manos en los bolsillos del pantalón y que ha fruncido el ceño. —Si hay alguien que te vaya a enseñar a bailar
—me advierte tras una breve pausa—, ése soy yo. —No lo dirás en serio —respondo sin dar crédito—. ¿De verdad que estás celoso de Kieran? —No. —Sigue sin mirarme—. Pero no quiero que ese tipo se haga falsas ilusiones.
He escrito su nombre en mi calendario. Y ¡ni siquiera me he dado cuenta! Siento calor en las mejillas y al instante saco el corrector del estuche. Empiezo, pero me detengo sobre las primeras letras. Coloco el tubito lentamente a un lado y acaricio suavemente su nombre. Siento un hormigueo en las puntas de los dedos. No es buena señal. Ya hace días que me pregunto de qué se trata.
Feliz cumpleaños, Ruby.
¿Me regalas un bolso que tú mismo has bautizado con tu nombre? —Yo no lo he llamado así, fue mi madre. Hay también un Lydia. Y otros que se llaman como mis padres. Pero el Lydia es demasiado pequeño para ti y el Mortimer, demasiado grande. Además, me gustaba la idea de verte pasear por la escuela con el James. No puedo evitar sonreír.
—Me gustaría estar ahora contigo. Las palabras surgen de mi boca antes de que haya reflexionado sobre su significado. —¿Qué harías si estuvieras conmigo?
—Te abrazaría. No es muy indecente, pero sí sincera. —Creo que me gustaría.
Y sólo pienso en James.
—James... —Sí —murmura. Parece tan confuso y sorprendido como yo. Un segundo después tira de mí hacia delante hasta que caigo contra él. Me mira a los ojos una fracción de segundo. Luego coloca la mano en mi nuca y la coge con firmeza. Acto seguido me besa.
Mete la lengua en mi boca sin vacilación ni timidez, y juega con la mía hasta que siento que las rodillas van a fallarme de un momento a otro. Pero, aunque eso pasara, él estaría allí para sostenerme. Su brazo me rodea con determinación y me sostiene apretada contra él. Puedo percibir su cuerpo a través de la tela de mi voluminoso vestido, pero eso no basta. Necesito más.
Desearía que ella y yo hubiésemos tenido más tiempo. No me ha bastado con los pocos minutos que he pasado a su lado.
Un dolor horrible me va inundando el pecho. Me quedo petrificada en medio del pasillo. No consigo tragar saliva. Cuando levanto la vista, sólo está Lydia. Por un momento parece como si fuera a decirme algo, pero entonces ella también se da media vuelta en silencio y desaparece en una de las clases mientras yo me quedo allí inmóvil. Me resulta imposible caminar.
—No lo interpretes tan estrictamente. Tú me diste algo y me gustó. Fin de la historia. —¿Te ha gustado... fin de la historia?
Por Dios, James, qué te pasa
—Bien, pues te lo digo ahora —responde él con frialdad—. Estuvo bien, pero ha llegado el momento de que volvamos a lo de antes.
—No tienes por qué destruir de mala manera nuestra amistad sólo porque tus amigos o tus padres te han convencido de que lo hagas, ¿sabes?
La rabia desaparece y en su lugar surge la desesperación. Es exactamente la misma sensación que me invadió en la fiesta cuando me imaginé que tenía que despedirme de él. Pero ahora es mucho más fuerte, duele mucho más. Porque su despedida parece definitiva. Lo intento de nuevo y levanto la mano, la coloco en su mejilla. Acaricio dulcemente su piel con el pulgar. —Tú no eres ni horrible ni malo ni falso. —Suelta
No quiero perderte
Uno no puede perder aquello que no le pertenece, Ruby Bell.
—Se diría que uno perdona con un chasquido de dedos y que olvidar es lo único realmente difícil. Pero no se puede perdonar todo lo que nos han hecho. Si realmente es algo malo, no es tan sencillo liberarse de ello.