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Cuando paso junto a James, levanto la barbilla decidida a ignorarlo. Pero me coge de la mano. Sus cálidos dedos me rodean la muñeca. El pulgar acaricia la sensible piel de esa zona. —Mucha suerte —susurra, luego me suelta y va a la silla que yo acabo de dejar libre.
Siempre que lo miro es como si mi cuerpo estuviera unido al suyo de una forma irracional. Cuanto más cerca está de mí, más crece la necesidad de tocarlo, sin importar lo enfadada que esté con
Nos movemos al mismo tiempo, James me atrae contra sí y yo salto hacia él. Nuestras bocas se encuentran. Mis manos, enfurecidas, van hacia su pelo, tiro de él, y él coge mis muslos y hunde sus dedos en mi carne. Le muerdo el labio inferior porque estoy muy enfadada.
—Hacía un montón de tiempo que no pronunciabas mi nombre. Me gusta que lo hagas.
—No lo haré. No lo haré, prometido. Entonces la beso.
No sé cómo me he ganado esto. No tengo ni idea. Tal vez sea lo que la gente siempre llama karma. Según el lema: «Eh, ¿te va todo de pena en la vida? Mira, a cambio te va a tocar la chica más guay del mundo. Te perdona y le gustas y deja que la desnudes aunque no te lo merezcas». O algo así.
5. Ruby.
—Cuando estás a mi lado tengo la sensación de que soy capaz de conseguirlo todo —dice afónico—. Por eso formas parte, pase lo que pase, de la lista que está confeccionada para hacerme feliz.

