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Kindle Notes & Highlights
by
Edith Eger
Es cierto que la generosidad y la compasión son vitales, pero el desinterés por uno mismo no ayuda a nadie. Priva a todo el mundo.
Y ser autosuficiente no implica rechazar el cuidado y el amor de los demás.
Cuando eres libre, asumes la responsabilidad de ser quien eres realmente. Identificas los mecanismos de defensa o los patrones de conducta que has adoptado en el pasado para satisfacer tus necesidades. Te reenganchas con las partes de ti que tuviste que dejar de lado y reclamas la persona completa que no te dejaron ser. Rompes con el hábito de abandonarte. Recuerda: tienes algo que nadie más tendrá jamás. Te tienes a ti. Durante una vida entera.
Cariño, encuentra a tu «yo» y sigue llenándolo de tu esencia. No tienes que esforzarte para que te amen. Simplemente debes ser quien eres. Espero que cada día seas más como eres realmente.
Las cosas que practicamos se nos van dando mejor. Dedica al menos cinco minutos al día a saborear sensaciones placenteras: el primer sorbo de café por la mañana, el tacto cálido del sol en la piel o el abrazo de un ser querido, el sonido de la risa o de la lluvia sobre el tejado, el olor a pan horneado. Tómate un tiempo para sentir la alegría y regodearte en ella.
Trabaja, ama, juega. Haz una tabla con las horas que estás despierto cada día de la semana. Clasifica el tiempo que inviertes cada día trabajando, amando y jugando. (Algunas actividades podrían encajar en más de una categoría; en ese caso, utiliza todas las etiquetas que convengan.) Al acabar, suma las horas totales que inviertes en trabajar, amar y jugar en una semana normal. ¿Las tres categorías están más o menos equilibradas? ¿Cómo podrías planificar de otra manera los días para dedicar más tiempo a aquello que actualmente está recibiendo menos?
Date un poco de amor. Piensa en un momento de la semana pasada en que alguien te exigiera algo o te pidiera un favor. ¿Cómo respondiste? ¿Respondiste por inercia? ¿Por necesidad? ¿Por deseo? ¿Cómo afectó al cuerpo esa respuesta? ¿La respuesta fue buena para ti? Ahora piensa en un momento de la semana pasada en que pediste —o quisiste pedir— la ayuda de alguien. ¿Qué dijiste? ¿Cómo fue la cosa? ¿La respuesta fue buena para ti? ¿Qué puedes hacer hoy para ser egoísta, para darte amor y cuidado?
Poner los cuernos es arriesgado. No hay nada más excitante que un nuevo amante. En una cama nueva no se habla sobre quién tiene que sacar la basura, ni a quién le toca hacer la ronda para llevar a los niños del barrio al fútbol. Es todo placer, sin responsabilidades. Y es temporal. Cuando empezó la aventura, Robin se sintió viva y alegre durante un tiempo, más optimista, más satisfecha, capaz de tolerar el statu quo en casa porque ya estaba saciando su sed de afecto e intimidad en otra parte. Pero entonces su amante le dio un ultimátum. Tenía que escoger: su marido o él.
Pero la decisión fundamental que debía tomar no concernía al hombre con quien quería estar. Lo que estaba haciendo con su marido —ocultarle información, esconderse, mantener secretos— lo seguiría haciendo con su amante, o en cualquier relación romántica, hasta que decidiera cambiar. Su libertad no consistía en elegir al hombre idóneo, sino en encontrar el modo de expresar sus deseos, esperanzas y miedos en cualquier relación.
Por desgracia, este problema es habitual. Incluso un matrimonio nacido de la pasión y la conexión se puede convertir en una especie de celda. El cambio es gradual y muchas veces es difícil ver cuándo o cómo se erigen los barrotes. Hay algunas intromisiones comunes: la ansiedad por temas de dinero, el trabajo, los hijos y la familia extensa o la enfermedad. Y como la gente no tiene el tiempo ni los recursos para resolver estas fuentes de irritación, van aumentando la inquietud, el dolor y la ira. Al cabo de un tiempo se hace aún más complicado expresar estos sentimientos porque generan tensión
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Cuando una relación se tuerce, no es culpa de una sola persona. Ambas partes están haciendo cosas para mantener la...
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El marido de Robin era perfeccionista. La criticaba, la juzgaba y era difícil de complacer. Al principio, a ella le costó reconocer que también estaba haciendo cosas para empeorar la relación: alejarse, irse a otra habitación, aislarse y desaparecer. Y sobre todo, estaba manteniendo en secreto su infelicidad. La aventura era un secreto menor. El principal secreto era todo lo que había empezado a ocultar por costumbre a su marido: sus altibajos diarios, sus penas y placeres, su nostalgia y su dolor. La honestidad empieza por aprender a contarnos la verdad. Le dije a R...
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Mientras ocultemos partes de nosotros mismos o reneguemos de ellas, no podremos curarnos. Las cosas que silenciamos o encubrimos se convierten en rehenes en el sótano e intentan llamar nuestra atención con una desesperación creciente.
Es imposible ajustar cuentas y liberarnos cuando guardamos secretos, cuando nos regimos por un código de negación, ilusión o minimización.
De cualquier modo, los secretos son perjudiciales porque crean y sustentan un clima de vergüenza, y la vergüenza es la base de cualquier adicción. La libertad viene de afrontar y decir la verdad; y, como exploraremos en el próximo capítulo, esto solo es posible cuando creamos un clima de amor y aceptación en nuestro interior.
La honestidad empieza por aprender a contarnos la verdad. Prueba el ejercicio de las Constantes Vitales que Robin utilizó para curar su matrimonio. Varias veces al día, haz un esfuerzo consciente por analizar el estado de tu cuerpo y tómate la temperatura emocional. Pregúntate: «¿Siento suavidad y calidez, o siento frío y agarrotamiento?».
La culpa aparece cuando una persona se condena a sí misma, cuando cree que es responsable de algo. Es importante separar la culpa del arrepentimiento. El arrepentimiento es una respuesta apropiada a una negligencia o un agravio que hemos cometido. Se parece más a la tristeza. Significa aceptar que lo pasado pasado está y no se puede deshacer, con lo que te permite estar triste. Puedo sentir arrepentimiento y reconocer que todo lo que he vivido, todas las decisiones que he tomado, me han conducido hasta aquí. El arrepentimiento está en el presente y puede coexistir con el perdón y la libertad.
Pero la culpa te atasca. Se inspira en la vergüenza: cuando crees que no eres digno; cuando piensas que no eres suficiente, que nada basta, hagas lo que hagas. La culpa y la vergüenza pueden ser extenuantes, pero no reflejan de verdad quiénes somos. Son una mentalidad que escogemos y en la que encallamos.
La libertad consiste en aceptar nuestro ser íntegro e imperfecto y renunciar a la necesidad de ser perfectos.
Si quieres controlar lo que piensas, primero analiza lo que estás haciendo y luego decide: ¿me está aportando poder o me lo está quitando? Antes de decir nada, sobre todo a uno mismo, hay que preguntarse: «¿Es algo bueno y afectuoso?».
La infancia de Michelle llegó a su fin cuando aparecieron los abusos sexuales y físicos a los ocho años, justo la edad a la que comienza a desarrollarse el lóbulo frontal y empezamos a pensar de forma lógica. Queremos entenderlo todo, pero hay ciertas cosas que no entenderemos jamás. A veces desarrollamos la culpa para adquirir una sensación de control sobre cosas que escapan completamente a nuestro poder, que no causamos ni elegimos.
el hecho de que la vida no vaya como queremos o esperamos es una experiencia universal. La mayoría sufrimos porque tenemos algo que no queremos, o porque queremos algo que no tenemos.
El arrepentimiento es el deseo de cambiar el pasado.
Soy una prisionera y una víctima cuando minimizo o niego mi dolor; y una prisionera y una víctima cuando me aferro al arrepentimiento. El arrepentimiento es el deseo de cambiar el pasado. Es lo que percibimos cuando no logramos reconocer nuestra impotencia, que algo ya ha sucedido y que no podemos cambiarlo ni un ápice.
Es positivo sentir todos los aspectos del dolor: tristeza, ira e impotencia.
Cuando tenemos un dolor no resuelto, tendemos a vivir con una ira incontenible.
Superar el dolor implica dos cosas: eximirnos de la responsabilidad por todas las cosas que no dependen de nosotros y asumir las decisiones que hemos tomado y que no se pueden deshacer.
Esta es la labor que tenemos que hacer en el presente: lamentar lo que pasó o lo que no, asumir la responsabilidad por lo que hicimos y lo que no y elegir cómo responder ahora.
Los padres dicen a menudo que darían la vida por sus hijos. En el grupo de luto oí a varios padres expresar el deseo de cambiarse por sus hijos fallecidos, de morir para que sus hijos pudieran vivir. Después de la guerra, yo me sentía igual. Habría muerto de buena gana para resucitar a mis padres y abuelos. Pero ahora sé que, en lugar de morir por los muertos, puedo vivir por ellos. Y vivir por mis hijos, nietos y bisnietos..., por todos mis seres queridos que aún están aquí. Si no podemos superar la culpa y hacer las paces con nuestro dolor, estamos perjudicando a nuestros allegados, no
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