Haz algo (Spanish Edition)

by Kevin DeYoung

No somos constantes. No somos estables. No perseveramos en nada. No estamos seguros de si estamos tomando las decisiones correctas. La mayor parte del tiempo, ni siquiera tomamos decisiones. Eso significa que, como jóvenes cristianos, somos menos fructíferos y menos fieles de lo que deberíamos ser.

No somos constantes. No somos estables. No perseveramos en nada. No estamos seguros de si estamos tomando las decisiones correctas. La mayor parte del tiempo, ni siquiera tomamos decisiones. Eso significa que, como jóvenes cristianos, somos menos fructíferos y menos fieles de lo que deberíamos ser.

Pero bien pudieras serlo. Es posible que tu “libertad inigualable para moverte, experimentar, aprender (o no), seguir adelante y volver a intentarlo” no te haya hecho más sabio, más culto ni más maduro.3 Tal vez tu espíritu libre necesita menos libertad y más fidelidad. Tal vez tu adultez emergente debería… no sé… ¡emerger!

Pero bien pudieras serlo. Es posible que tu “libertad inigualable para moverte, experimentar, aprender (o no), seguir adelante y volver a intentarlo” no te haya hecho más sabio, más culto ni más maduro.3 Tal vez tu espíritu libre necesita menos libertad y más fidelidad. Tal vez tu adultez emergente debería… no sé… ¡emerger!

Segundo, nuestra búsqueda de la voluntad de Dios se ha convertido en una excusa para no madurar, para que los cristianos jóvenes (y no tan jóvenes) puedan andar flotando por la vida sin dirección ni propósito.

Segundo, nuestra búsqueda de la voluntad de Dios se ha convertido en una excusa para no madurar, para que los cristianos jóvenes (y no tan jóvenes) puedan andar flotando por la vida sin dirección ni propósito.

Mi respuesta no es original, pero es muy simple y, espero, muy bíblica. Quisiera que consideráramos que tal vez se nos hace difícil descubrir el plan maravilloso de Dios para nuestra vida porque, honestamente, a Él no le interesa que sepamos cuál es. Y tal vez está mal esperar que Él nos lo diga.

Mi respuesta no es original, pero es muy simple y, espero, muy bíblica. Quisiera que consideráramos que tal vez se nos hace difícil descubrir el plan maravilloso de Dios para nuestra vida porque, honestamente, a Él no le interesa que sepamos cuál es. Y tal vez está mal esperar que Él nos lo diga.

El otro lado de la moneda es la voluntad de Dios en Sus deseos. Esto se refiere a lo que Dios ha ordenado, lo que Él desea de Sus criaturas. Si Sus decretos nos dicen cómo son las cosas, Sus deseos nos dicen cómo deberían ser las cosas.

El otro lado de la moneda es la voluntad de Dios en Sus deseos. Esto se refiere a lo que Dios ha ordenado, lo que Él desea de Sus criaturas. Si Sus decretos nos dicen cómo son las cosas, Sus deseos nos dicen cómo deberían ser las cosas.

Solo quiero enfatizar que Dios es soberano, pero no es el autor del pecado. Estamos bajo Su soberanía, pero seguimos siendo responsables por nuestras acciones.

Solo quiero enfatizar que Dios es soberano, pero no es el autor del pecado. Estamos bajo Su soberanía, pero seguimos siendo responsables por nuestras acciones.

Ambos lados de la voluntad de Dios quedan claros en la Escritura. Sus decretos —aquello que Él ha determinado desde la eternidad pasada— no pueden ser frustrados. Sus deseos —la manera en la que Él quiere que vivamos— pueden ser ignorados.

Ambos lados de la voluntad de Dios quedan claros en la Escritura. Sus decretos —aquello que Él ha determinado desde la eternidad pasada— no pueden ser frustrados. Sus deseos —la manera en la que Él quiere que vivamos— pueden ser ignorados.

En este pasaje, la voluntad de Dios no se refiere a la manera en que Dios orquesta las cosas, sino a cómo Dios nos ordena vivir. Para el apóstol Juan, caminar en la voluntad de Dios es lo contrario a la mundanalidad. Hacer la voluntad de Dios significa decir que no a los deseos del cuerpo, a la codicia de los ojos y a la arrogancia de la vida.

En este pasaje, la voluntad de Dios no se refiere a la manera en que Dios orquesta las cosas, sino a cómo Dios nos ordena vivir. Para el apóstol Juan, caminar en la voluntad de Dios es lo contrario a la mundanalidad. Hacer la voluntad de Dios significa decir que no a los deseos del cuerpo, a la codicia de los ojos y a la arrogancia de la vida.

Lo secreto le pertenece al Señor nuestro Dios, pero lo revelado nos pertenece a nosotros y a nuestros hijos para siempre, para que obedezcamos todas las palabras de esta ley (Dt 29:29).

Lo secreto le pertenece al Señor nuestro Dios, pero lo revelado nos pertenece a nosotros y a nuestros hijos para siempre, para que obedezcamos todas las palabras de esta ley (Dt 29:29).

¿Tiene Dios una voluntad secreta en Su dirección que Él espera que conozcamos antes de actuar? La respuesta es no. Sí, Dios tiene un plan específico para nuestras vidas. Y sí, podemos estar seguros de que Él obra todas las cosas para nuestro bien en Cristo Jesús. Y sí, al mirar atrás muchas veces podemos ver cómo la mano de Dios nos trajo hasta donde estamos. Pero si bien podemos pedirle a Dios sabiduría, Él no nos carga con el peso de tener que adivinar Su voluntad para con nosotros, en cuanto a Su dirección, antes de tiempo.

¿Tiene Dios una voluntad secreta en Su dirección que Él espera que conozcamos antes de actuar? La respuesta es no. Sí, Dios tiene un plan específico para nuestras vidas. Y sí, podemos estar seguros de que Él obra todas las cosas para nuestro bien en Cristo Jesús. Y sí, al mirar atrás muchas veces podemos ver cómo la mano de Dios nos trajo hasta donde estamos. Pero si bien podemos pedirle a Dios sabiduría, Él no nos carga con el peso de tener que adivinar Su voluntad para con nosotros, en cuanto a Su dirección, antes de tiempo.

Confiar en la voluntad de Dios en Sus decretos es bueno. Seguir la voluntad de Dios en Sus deseos es obediencia. Esperar que Dios nos revele Su voluntad por medio de Su dirección es un desastre. Es malo para tu vida, dañino para tu santificación y permite que demasiados cristianos estén jugueteando pasivamente, sintiéndose cada vez más espirituales mientras menos hacen.

Confiar en la voluntad de Dios en Sus decretos es bueno. Seguir la voluntad de Dios en Sus deseos es obediencia. Esperar que Dios nos revele Su voluntad por medio de Su dirección es un desastre. Es malo para tu vida, dañino para tu santificación y permite que demasiados cristianos estén jugueteando pasivamente, sintiéndose cada vez más espirituales mientras menos hacen.

La fe en Jesús no te garantiza que todo saldrá bien. Fíjate en Hebreos 11, el capítulo que suelen llamar el salón de la fama de la fe.

Hemos asumido que experimentaremos el cielo en la tierra, y luego nos decepcionamos cuando vemos que la tierra no es tan celestial. No anhelamos la recompensa en la otra vida porque la estamos esperando en esta vida.

La iglesia necesita personas que estén dispuestas a quedarse y con quienes se pueda contar a largo plazo.

Pero sí estoy diciendo que debemos patalear menos y empezar a hacer una diferencia para Dios más rápidamente; sobre todo sin estar sobreespiritualizando año tras año nuestra incapacidad para tomar decisiones en nuestra “travesía por conocer la voluntad de Dios”.

En otras palabras, nuestro gran deseo por conocer la voluntad de Dios no suele ser una marca de corazones desesperados por conocer a Dios, sino de mentes desconcertadas con todas las decisiones que hay que tomar.

Tenemos que dejar de pedirle a Dios que nos revele el futuro y que elimine todo riesgo de nuestras vidas. Tenemos que empezar a buscar a Dios —Su carácter y Sus promesas— para así estar confiados en Él y arriesgarnos por Su causa.

Elegir entre estudiar Biología o estudiar Economía es una decisión amoral, siempre y cuando —y esto es muy importante— tu motivación sea correcta y lo que vayas a hacer sea correcto. Así que si quieres estudiar Medicina para luego poder hacer abortos, eso estaría mal, al igual que estudiar Ciencias Políticas para luego mentir y hacer trampa para lograr ascender. Pero si tu motivación es correcta y haces lo correcto, entonces decidir qué carrera elegir es un asunto amoral.

Lo que quiero decir es que debemos pasar más tiempo tratando de discernir cómo podemos actuar con justicia, amar la misericordia y caminar humildemente con Dios (como se nos instruye en Miq 6:8), ya sea como doctores o como abogados, y pasar menos tiempo preocupándonos por saber si Dios quiere que seamos doctores o abogados.

La manera en que muchos cristianos ven la voluntad de Dios no es muy diferente a como ven un horóscopo.

Nuestra fascinación por la voluntad de Dios a menudo revela nuestra falta de confianza en las promesas y las provisiones de Dios.

Caminamos hacia el futuro con una confianza que glorifica a Dios, no porque conozcamos el futuro, sino porque Dios lo conoce.

La preocupación por el futuro no es simplemente una característica de nuestras personalidades: es el pecado de la incredulidad, una muestra de que nuestros corazones no descansan en las promesas de Dios.

Pero habría estado mal que yo hubiera usado la voluntad de Dios como una manera de eliminar mi responsabilidad personal en la decisión.

Deberíamos usar otro tipo de términos. Una mejor manera de comunicar nuestra dependencia de Dios sería decir: “Estuve orando por eso y me parece la mejor decisión”, o “Me parece que el Señor nos está guiando hacia…”. No queremos que frases como “Dios me dijo”, “Dios me puso en el corazón”, “Es la voluntad de Dios” o, peor aún, “Dios me dijo que Él quiere que hagas esto y aquello” se conviertan en escudos a la hora de rendir cuentas en nuestra toma de decisiones.

Pobrecito. No solo fue rechazado por esta dulce joven, sino también por el Espíritu Santo. La tercera persona de la Trinidad tomó un descanso de apuntar a la gente a Cristo para decirle a esta jovencita que no saliera con mi compañero.

Pero cuando se trata de la mayoría de nuestras decisiones cotidianas, incluyendo muchas de las decisiones más importantes de nuestras vidas, Dios espera y nos anima a tomar decisiones, confiados en que Él ya ha determinado cómo encajar nuestras elecciones dentro de Su voluntad soberana.

La pasividad es una plaga entre los cristianos. No es solo que no estamos haciendo nada; es que nos sentimos espirituales por no hacer nada.

Pero una adivinación subjetiva de la voluntad de Dios no debe ser parte de tu proceso de toma de decisiones.

Todas estas son preguntas presentadas en el libro. Una vez más, respeto que el autor buscara ser obediente a Dios. Pero ¿para qué el Señor nos dio un cerebro y nos dijo tanto acerca de buscar la sabiduría si lo único que debemos hacer es pedirle que nos diga qué tenemos que hacer en un sinfín de pequeñas decisiones amorales?

Para estar en la voluntad de Dios no tenemos que escoger entre Miami y Nueva York, o entre ingeniería y arte, sino decidir diariamente si vamos a buscar el Reino de Dios o el nuestro, a someternos o no a Su señorío, a vivir de acuerdo con Sus reglas o con las nuestras.

El asunto no es dónde estamos, sino quiénes somos.

La Escritura no es una carta muerta. Dios no solo ha hablado en las Escrituras, sino que continúa hablando a través de las Escrituras. Eso es lo que se asume en Hebreos 3:7.

Pablo… No podemos tomar circunstancias especiales y establecerlas como la norma para nuestras vidas. La dirección a través de revelaciones especiales no era la experiencia apostólica normal. Y cuando se recibían… no habían sido buscadas…

Todos asumían que algunos dones espirituales habían cesado, pero no descartaban que Dios pudiera obrar de formas misteriosas y sorprendentes.

Muchos de nuestros errores en cuanto a los dones espirituales se originan cuando queremos que lo extraordinario y excepcional se convierta en lo frecuente y habitual.

Dios puede usar medios extraordinarios, pero están, por definición, fuera de lo ordinario y no debemos esperarlos.

el libro de Jueces generalmente no contiene buenos ejemplos de nada. Si el tema principal del libro es que “cada uno hacía lo que le parecía mejor” (Jue 21:25), debemos pensarlo dos veces antes de copiar las prácticas o actitudes que vemos en esos capítulos. Es probable que la petición de Gedeón fuera una indicación de cobardía y de incredulidad más que de fidelidad y sabiduría.

El problema de las impresiones no es que sean subjetivas. El problema está en asumir que vienen del Señor.