More on this book
Community
Kindle Notes & Highlights
No podemos juzgar nuestros planes como buenos o malos sobre la base de nuestros sentimientos después de haber orado.
Hay una palabra para esta forma de buscar la dirección y la voluntad de Dios: sabiduría. No es sexy, ni tampoco requiere de un anillo decodificador. Pero es la forma de comprender “la justicia y el derecho, la equidad y todo buen camino” (Pro 2:9).
La sabiduría es la diferencia entre conocer a un biólogo de clase mundial que pueda escribir tus ensayos por ti y aprender de un biólogo de clase mundial para poder escribir ensayos como él. Muchos de nosotros queremos que Dios sea un académico de clase mundial que escriba nuestros ensayos y viva nuestras vidas, pero Dios quiere que nos sentemos a Sus pies y leamos Su Palabra para poder vivir una vida que refleje a Su Hijo.
Nos convertimos en aquello que contemplamos.
Si nadie te ha escuchado cambiar de opinión acerca de algo, o eres un dios o te crees que lo eres.
ora por lo que ya sabes acerca de la voluntad de Dios. Ora por buenas motivaciones a la hora de tomar decisiones. Ora por una actitud de confianza, obediencia y fe. Ora por humildad y para que puedas ser enseñable. Ora por el avance del evangelio. Ya sabes que Él quiere todo esto en el mundo y en tu vida. Ora por estas cosas. Busca primero el Reino de Dios y Su justicia, tal como nos pidió Jesús que hiciéramos (Mt 6:33).
Estudia las Escrituras, escucha a los demás y ora sin cesar: esa es la mejor manera de actuar, no solo en los momentos de crisis, sino durante toda la vida. Y al llevar a cabo estas prácticas, no te olvides de tomar la decisión: siempre con sabiduría, siempre con libertad, y a veces hasta con rapidez.
Oraba para que Dios me ayudara a ser honesto en mis entrevistas. Oraba para poder ver toda la realidad de esta iglesia, y para que ellos pudieran ver toda la realidad acerca de mí. Oraba más que nada para hacerlo por la motivación correcta, no por orgullo, ya sea que me quedara en mi iglesia grande o que me fuera a ser pastor principal de una iglesia más pequeña. Oraba para no tomar una decisión por miedo: “¿Y si me va mal como pastor principal?”; “¿Y si todos en Iowa se molestan conmigo porque me fui?”. O por agradar a las personas: “No quiero decepcionar al comité que ha trabajado tanto por
...more
Los reformadores enfatizaron el llamado a derribar el muro entre lo sagrado y lo secular. Ellos decían que si estás trabajando para la gloria de Dios, estás haciendo la obra del Señor, sea que fueras un pastor o un banquero. Pero hemos tomado este concepto del llamado y lo hemos puesto de cabeza, así que en vez de encontrar propósito en todo tipo de trabajo, estamos buscando un trabajo que le dé propósito a nuestra vida.
El contentamiento dice: “Dios me tiene aquí por una razón y, aun si nada cambia, seguiré sirviéndole y adorándole”. La complacencia dice: “Nada va a cambiar, así que ¿para qué esforzarme?”. Los complacientes son como los malvados “que piensan: ‘El Señor no va a hacer nada, ni para bien ni para mal’” (Sof 1:12).
El matrimonio debe ser entre un hombre y una mujer. Los cristianos deben casarse con cristianos (ver Mal 2:11; 1Co 7:39). No debemos entrar en yugo desigual (2Co 6:14). No
Los cristianos también deben ser cautelosos antes de casarse con alguien que se haya divorciado. Si el divorcio no fue por razones bíblicas (por ejemplo, por inmoralidad sexual [Mt 19:9] o por el abandono del inconverso [1Co 7:15]), entonces Jesús dice que estás cometiendo adulterio porque te estás casando con alguien que debería estar con la persona que era su cónyuge (Mt 5:31-32).
Por último, ora menos para que Dios te muestre quién es el esposo o la esposa ideal para ti, y ora más para que puedas ser el esposo o la esposa que Dios nos llama a ser.
Cuando le pregunté si se le hizo muy difícil tomar la decisión de casarse, él pausó por un momento y me dijo: “Eh… no. ¿Se suponía que lo fuera?”.
Pero cuando hay una sobreabundancia de cristianos solteros que quieren casarse, hay un problema. Y los responsables de este problema son los hombres, cuya inmadurez, pasividad e indecisión están llevando a sus hormonas a los límites del dominio propio, retrasando su crecimiento y obligando a incontables mujeres a invertir tiempo y dinero en una carrera (que no es necesariamente malo) cuando ellas preferirían casarse y tener hijos.
El problema con el mito de “la persona indicada” es que asume que el afecto es el cemento que mantiene unido al matrimonio, cuando en realidad es tu compromiso en el matrimonio lo que mantiene el afecto. Así que olvídate del mito y cásate.
Por último, exhorto a los hombres que estén leyendo este libro a orar por sabiduría (Stg 1:5-6), a conseguir un trabajo y a casarse. Y a hacerlo pronto. Será bueno para su santificación, para su pureza, para su iglesia y para aquella mujer piadosa que llegará a ser su esposa, aunque es probable que ella ya sea más de lo que ustedes merecen, tal como mi esposa lo fue para mí.
Tengo dos abuelos con vida. Ambos son hombres holandeses de mentes ágiles, voluntades firmes y cabezas llenas de canas.
Y así debe vivir todo el que confía en Dios: activo en el presente, agradecido por el pasado y esperanzado por el futuro.
No es solo que estamos siempre inquietos y llenos de temor, sino que hemos espiritualizado nuestra inquietud y cobardía, tratando de hacer que parezca piedad en vez de pasividad. No solo estamos viviendo vidas de vanidad, sino que nuestra pasión por Dios suele ser una pasión por que Dios nos conceda nuestros deseos vanidosos.
Necesitamos escuchar la conclusión de Eclesiastés: “Teme, pues, a Dios y cumple Sus mandamientos, porque esto es todo para el hombre” (12:13). Si vas a estar ansioso por algo, que sea por cumplir Sus mandamientos. Si vamos a temer —y todos tenemos temor—, temamos a Dios, no al futuro.
Así que el fin del asunto es este: Vive para Dios. Obedece las Escrituras. Piensa en los demás antes que en ti mismo. Sé santo. Ama a Jesús. Y mientras hagas estas cosas, haz lo que quieras, con quien quieras, donde quieras, y estarás haciendo la voluntad de Dios.