Cuando yo era más pequeño —dice Henry—, se me ocurrió que un día traería aquí a una persona a la que amase, le enseñaría esta capilla, esa persona se quedaría tan fascinada como yo, y bailaríamos muy despacio delante de la Virgen María. No fue más que... una fantasía de la pubertad. Duda unos instantes, pero finalmente se saca el teléfono del bolsillo. Pulsa unos cuantos botones y le tiende una mano a Alex al tiempo que empieza a sonar a bajo volumen el tema Your Song por el diminuto altavoz.