Un caballero en Moscú

by Amor Towles

—El rey se fortifica con un castillo —comentó el conde—, y el caballero, con un escritorio.

si uno no controla las circunstancias, se expone a que las circunstancias lo controlen a él.

Para poner a prueba realmente el ingenio de un chef hay que verlo trabajar en un período de escasez. ¿Y acaso hay algo que provoque más escasez que la guerra?

—El principio básico es que una nueva generación les debe cierto agradecimiento a todos los miembros de la generación anterior. Nuestros mayores sembraron los campos y combatieron en guerras; hicieron avanzar las artes y las ciencias y, en general, se sacrificaron por nosotros.

—Los modales no son como los bombones, Nina. No siempre puedes elegir los que más te gustan; y, desde luego, no puedes dejar uno a medio comer en la caja.

la pompa es una fuerza tenaz. Y también taimada.

Todas las familias felices se parecen; las desgraciadas, sin embargo, lo son cada una a su manera.

—Los tiempos no tienen más remedio que cambiar, señor Halecki. Y los caballeros no tenemos más remedio que cambiar con ellos.

destino no tendría la reputación que tiene si se limitara a hacer siempre lo que parece que va a hacer.

Si bien los esplendores que nos son esquivos cuando somos jóvenes suelen ser objeto de nuestro desprecio en la adolescencia y de nuestra comedida consideración en la edad adulta, en el fondo nos tienen siempre subyugados.

En la Edad del Bronce, cuando unos pocos ingeniosos descubrieron la ciencia de la metalurgia, ¿cuánto tardaron en fabricar monedas, coronas y espadas? Esa trinidad infame que esclavizó al ser humano durante mil años más.

—Luego vino la Edad del Hierro y con ella llegaron el motor de vapor, la imprenta y las armas de fuego. Otra trinidad, muy diferente, desde luego. Pues, aunque esas herramientas las habían desarrollado los burgueses para favorecer sus intereses, gracias al motor, la imprenta y las pistolas el proletariado empezó a liberarse de la esclavitud, la ignorancia y la tiranía.

«Al César lo que es del César —dijo— y a Dios lo que es de Dios.» Dicho eso, ordenó a sus hombres que subieran al abad a lo alto del campanario y lo lanzaran desde allí a los brazos de su Creador.

La única diferencia entre todo el mundo y nadie es la cantidad de zapatos.

Un buen jugador de ajedrez siempre derriba su propio rey cuando advierte que su derrota es inevitable, sin importar el número de movimientos que falten para terminar la partida.

—Existe un hecho triste pero inevitable —empezó—: a medida que envejecemos, nuestros círculos sociales se reducen.

«Cuando eres niño —pensó el conde con cierta añoranza—, la magia de la Navidad es tan poderosa que un solo regalo puede proporcionarte horas infinitas de aventuras, y sin necesidad de salir de casa.»

el hecho de que un recuento meticuloso de los días permite a quien se encuentra aislado constatar que ha soportado un año más de dificultades. Ha sobrevivido. Ha vencido. Tanto si ha encontrado la fuerza para perseverar por medio de una voluntad inquebrantable como por medio de un optimismo insensato, esas trescientas sesenta y cinco marcas constituyen una prueba de su invencibilidad. Porque, al fin y al cabo, si la concentración debe medirse en minutos y la disciplina en horas, la invencibilidad debe medirse en años.

cualquier persona sensata celebra lo que puede.

So! ¡So! —exclamó la mujer. Los galgos, que al parecer no estaban familiarizados con las órdenes ecuestres, volvieron a tirar de las correas,

pero si la concentración se mide en minutos, la disciplina en horas y la invencibilidad en años, la superioridad en el campo de batalla se mide en instantes.

—Sí, mal enseñados quizá sí; pero eso es una cuestión de entrenamiento, no de crianza.

Por naturaleza, los seres humanos son tan caprichosos, tan complejos, tan maravillosamente contradictorios, que merecen no sólo nuestra consideración, sino también nuestra reconsideración, y nuestra firme determinación de guardarnos nuestra opinión hasta habernos relacionado con ellos en todas las situaciones y a todas las horas posibles.

Dicho de otro modo: ir por delante en cuestiones románticas resultaba extenuante. En cambio, ir un paso por detrás y dejarse seducir...

¿Con qué objeto, se preguntó, había creado Dios las estrellas, que un día te llenaban de inspiración y al siguiente te hacían sentir insignificante?

el café puede vigorizar al laborioso al amanecer, calmar al meditabundo a mediodía o animar al atribulado de madrugada.