More on this book
Community
Kindle Notes & Highlights
by
Marie Arana
Read between
February 13 - March 6, 2021
Su éxito para unir a todas las razas alrededor de la causa patriota fue el punto de inflexión en la guerra por la independencia.
Los nacidos en América estaban hambrientos de libertades, aunque desacostumbrados a la libertad; capaces, pero poco familiarizados con el gobierno autónomo; una mezcla de razas, aunque recelosas de cualquiera que no fuera la propia. Durante trescientos años de gobierno autoritario, España había inculcado con cuidado esas cualidades. “Divide y vencerás”, había sido la consigna. La educación se había desmotivado y vetado en muchos casos, de modo que la ignorancia era endémica. Las colonias tenían prohibido comunicarse entre ellas y, por tanto, como los radios de una rueda, solo podían informar
...more
A pesar de la gloria que recaería sobre Bolívar, nunca se liberaría de la mancha del destino de Miranda. Había atraído a un hombre viejo a la revolución; y, después de que fracasara, lo había puesto en manos de los enemigos. No puede haber duda de que fue un monstruoso acto de mala fe.
“toda guerra defensiva es perjudicial y ruinosa para el que la sostiene”
un país donde uno solo ejerza todos los poderes: es un país de esclavos.
para los peruanos, así como para los venezolanos y los colombianos antes que ellos, la revolución significaba fratricidio, y hombres que hablaban el mismo idioma, tenían la misma religión, incluso compartían carne y sangre, ahora se enfrentaban entre sí en defensa de una idea.
Los logros lo justificaban. Ni Alejandro, ni Aníbal, ni siquiera Julio César habían luchado en un terreno tan amplio e inhóspito. Carlomagno habría tenido que duplicar sus victorias para igualar las de Bolívar. Napoleón, en su lucha por construir un imperio, había cubierto menos terreno que Bolívar en su campaña por conquistar la libertad[3]
“Si los principios de libertad[74] se introducen con demasiada rapidez, la anarquía y el exterminio generalizado de los blancos serán las consecuencias inevitables”. En otras palabras, les había concedido la igualdad a todas las razas, pero le preocupaba que en el proceso de institucionalización los negros y los indígenas simplemente mataran a la antigua aristocracia, la misma clase de la que él procedía. Era exactamente lo que había sucedido en Haití. La nueva Constitución de Bolívar pretendía liberar al pueblo y sin embargo, por su propio bien, ajustarle las riendas.
Bolívar veía a los países hispanohablantes de América como posibles hermanos en una gran fraternidad, obligados por leyes comunes y protegidos por un solo ejército
“Mi médico a menudo me ha dicho —le escribió a Briceño Méndez— que para que mi carne sea fuerte, mi espíritu necesita alimentarse del peligro. Esto es tan cierto que cuando Dios me trajo al mundo, me entregó una tormenta de revoluciones para alimentarme. […] Soy un genio de la tormenta”
Se había logrado la independencia —así fuera desde un tipo de gobierno ilustrado— y sin embargo a los vencedores les faltaba un propósito común, no tenían espíritu de compañerismo. Los jefes militares querían seguir gobernando sus pequeños feudos y sus sueños eran tan mezquinos como sus capacidades.
Hizo un llamado a los senadores para que preservaran y protegieran la religión católica, pues en ausencia de unidad, la Iglesia representaba la única cohesión que tenían los sudamericanos.
Para entonces se había convencido a sí mismo de que podía desprenderse de todos los bienes mundanos —el poder, las posesiones, incluso su tierra natal—, excepto de lo que más apreciaba: su gloria.
nunca he visto con buenos ojos las insurrecciones[143]; incluso he llegado, en esta última etapa, a lamentar la que armamos contra España. (…) No veo que venga mucho bien para nuestro país”.
A pesar de las docenas de amantes que había cortejado en el pasado y a pesar de todo el amor que les había profesado a Manuela y a Pepita, para la posteridad confirmó lo que había jurado de joven: ninguna mujer tomaría el lugar de Teresa.

