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Kindle Notes & Highlights
by
Marie Arana
Read between
November 23, 2020 - May 2, 2021
Pero el obispo también sabía que el acusado no era un ciudadano común. La posición de don Juan Vicente entre los criollos de Venezuela era de privilegio; sus honores y títulos provenían directamente de la corte de España. El obispo decidió recomendarles a las mujeres que se dedicaran a orar, que evitaran el contacto con su verdugo y tomaran un estricto voto de silencio. A don Juan Vicente le dio a entender que realmente no les daba crédito a las testigos pero que, si se seguían denunciando violaciones similares, se vería obligado a corregir a su señoría “con el rigor de la ley”[69].
(¡La injusticia al cabo da lugar a la independencia!),
un hombre podía cambiar el curso de la historia. No había mejor ejemplo para eso que Napoleón. Y América del Sur era una tierra llena de posibilidades; se lo había dicho a Bolívar el mejor científico de su generación.
España había inculcado con cuidado esas cualidades. “Divide y vencerás”, había sido la consigna. La educación se había desmotivado y vetado en muchos casos, de modo que la ignorancia era endémica.

