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April 6 - May 1, 2020
Si él está allí —donde quiera que eso sea— es el cielo. Si él no está allí, entonces no lo es.
«Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece» (Santiago 4.14).
Lo que él me decía era, al decir de algunos, tinieblas para mi intelecto pero luz radiante para mi corazón. Tenía razón.
Dios diseñó tanto el cielo como los humanos de manera que una nube de misterio impidiera que usted y yo llegáramos a captar plenamente el cielo con lenguaje y lógica.
Intentar captar el cielo sin fe es como intentar admirar el exterior de una enorme catedral imponente de grandes ventanales.
La fe nos recuerda que cada negativo es solo el reverso de un cumplimiento: el cumplimiento de todo lo que Dios quiso que fuera nuestra humanidad.
Los negativos se usan para mostrarnos los positivos.
«No hay palabras para expresar lo que es el cielo»? Debiera decir: «El cielo es demasiado específico, demasiado real para el lenguaje».
Lo que nos hace falta para llegar a conocer el lugar que Jesús se ha adelantado a preparar es la fe.
Lo que usted es y lo que un día llegará a ser son la misma cosa. . . y al mismo tiempo son diferentes.
Estoy harta de combatir mi carne; es decir, «la ley del pecado que está en mis miembros» que se niega a hacer lo que ordeno.
Estoy harta de confesión constante. Detesto pecar. Me causa dolor seguir errando y alejándome, hacer cosas que no debiera, caer siempre de bruces en tierra, sufriendo al ver que ofendo de manera lamentable al Dios que amo. Mi corazón está sucio y manchado, y eso me impulsa a buscar al Señor de rodillas (al menos en forma metafórica).
«¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro» (Romanos 7.24, 25). Un día él me librará de la presencia y la influencia de la maldad. Es por eso que las malas noticias de Romanos capítulo 7 vienen seguidas de las buenas noticias de Romanos capítulo 8: «Nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo» (Romanos 8.23).
Estoy ansiosa por vestirme de justicia. Sin rastro de pecado.
Por cierto que será maravilloso poder estar de pie, estirarme y extender las manos al cielo, pero lo más maravilloso será ofrecer una alabanza que sea pura.
Tendremos la mente de Cristo. No hay por qué preocuparse por sentirse tonto o por desconocer las respuestas. «Conoceremos como fuimos conocidos», y nuestro conocimiento presente se incrementará más allá de lo que se puede creer. Todavía más, el brillo de nuestros mejores pensamientos y recuerdos se volverán más resplandecientes al ser magnificados por medio de nuestra mente nueva.
¡Tendremos la mente de Cristo! Y con la mente de Cristo conoceremos en plenitud.
Entenderemos cómo encaja todo. Todo contado. Nada desperdiciado. «Todas las cosas ha hecho Jehová para sí mismo, y aun al impío para el día malo» (Proverbios 16.4). Cada anotación y título de la vida dará gloria suprema a nuestro omnisciente y todopoderoso Dios.
¿A qué estoy apuntando? Uno necesita pasar tiempo cumpliendo con el asunto del «sed perfectos como el padre celestial es perfecto» aquí en la tierra antes de poder disfrutar de la idea de una perfección celestial
Cuanto más nos acerquemos al Señor Jesús y cuanto más volquemos nuestro corazón y nuestra mente a las glorias celestiales en lo alto, mejor preparados estaremos para la perfección del cielo.
La comunión será el grado superlativo de lo que solo se alcanzó a insinuar en la amistad terrenal.
Comunión con nuestro glorioso Salvador y con nuestros amigos y familia.
La comunión celestial con amigos no será un etéreo hacer nada en el que bostezaremos, nos quedaremos sentados sobre nubes y miraremos a los ángeles. Por ser el cielo el hogar de los humanos redimidos, tendrá una estructura y actividades completamente «humanas».
¡Las cosas que haremos! Usted y sus amigos gobernarán al mundo y juzgarán a los ángeles. Juntos, los amigos comerán del fruto del árbol de la vida y serán pilares en el templo de Dios. Juntos, recibiremos la estrella de la mañana y seremos coronados de vida, justicia y gloria. Por sobre todo, juntos caeremos sobre nuestros rostros al pie del trono y adoraremos a nuestro Salvador para siempre.
A través de la amistad, Dios abre nuestros ojos para que veamos las glorias de él mismo, y cuanto mayor es el número de amigos con los que comparte un amor profundo y generoso, mejor y más clara será la imagen de Dios que tendrá usted.
Durante el tiempo que pasamos en la tierra, tenemos oportunidad de «acumular tesoros en el cielo» y de enviar de antemano, por así decirlo, materiales de construcción para que se pueda construir algo de valor eterno.
Cada día tenemos la oportunidad de arremangar nuestras mangas espirituales y aplicar nuestras energías espirituales hacia la construcción de algo que perdure, en nuestras vidas y las vidas de otros.
es decir, servicio brindado a partir de un corazón puro, un motivo correcto y un ojo para la gloria de Dios.
Arderán todas esas veces que presenté el evangelio en actitud de orgullo inflado. Se consumirá en llamas cualquier servicio brindado «para quedar bien». Quedarán reducidos a carbón el comportamiento manipulador y las mentiras disfrazadas de verdad.
Una mirada del Señor consumirá el servicio inútil. Pero iluminará el servicio que honra a Dios.
Deseo que todo lo que hago aquí sea una inversión eterna, una manera de edificar algo resplandeciente y bello allí. Así adquieren valor las cosas de la tierra.
La primera tarea que se nos asigna es la alabanza. En el cielo, el servicio a Dios que reviste mayor importancia es la adoración. El cielo es un lugar de adoración eterna y afectuosa. Nuestro servicio será alabar de continuo a Dios sin interrupción.
Además, nuestro culto a Dios nunca se acabará.
No, la alabanza no será una tarea que se nos asigne o se nos ordene; será natural. Más bien una respuesta sobrenatural y efervescente de la criatura nacida de nuevo, nueva y adecuada para el cielo.
Pero en el cielo, no habrá fracaso en el servicio. Ninguna desilusión en el hacer. Nunca lidiaremos con no cumplir con la tarea que Dios nos da para hacer,
Nunca nos quedaremos sin cumplir nuestras responsabilidades.
Los que son fieles en unas pocas cosas menores serán puestos a cargo de cosas multitudinarias.
El éxito no es la clave. La fidelidad sí lo es. El tema principal no es ser mejor y más grande; es ser obediente. Cuanto más fiel haya sido, mayor será su servicio en la eternidad.
En este punto es donde nos toca servir y mantenernos más ocupados de lo que alguna vez fuimos en la tierra. Pues no solo nos toca alabarle para siempre, sino que también nos toca reinar con él para siempre.
permita que su vida resplandezca con la pasión ardiente del amor sacrificial y servicio a Cristo —es la mejor manera de brillar para él. . . y acercarse más a su trono.
aunque la morada de Dios pueda estar a gran distancia hacia arriba, las distancias como «arriba» o «abajo» pierden su significado cuando uno comprende que el cielo —aun cuando sean los cielos de los cielos— existen más allá de nuestro espacio y tiempo.
el reino de los cielos, sobre el cual Jesús es y era y siempre ha de ser Rey, es un lugar, pero más aun, una dimensión donde el tiempo y la distancia no constituyen un obstáculo.
pero para entrar al tercer cielo se requiere algo más. Se requiere algo diferente, pues nuestra carne y nuestra sangre no pueden entrar al cielo. Es necesario nacer de nuevo, pues de otro modo, según nos advirtió Jesús, no podremos «ver el reino de Dios» (Juan 3.3).
La fe nos asegura que el cielo es trascendente. Va más allá de los límites de nuestra experiencia; existe separada de nuestro universo material. El cielo es también inmanente por el hecho de que abarca todos los cuerpos celestes, galaxias que giran y multitudes de estrellas.
Para los ángeles nosotros seremos motivo de gozo eterno. Verán cómo se completa nuestra redención de principio a fin.
También adoraremos junto con los ángeles.
Los ángeles también nos servirán en el cielo.
Nuestra conducta presente incide sobre nuestra entrada a los cielos y sobre el grado de generosidad que tendrá nuestra bienvenida.

