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April 6 - May 1, 2020
He gozado de la recompensa de ver cómo se extiende el evangelio por causa de esta silla de ruedas y de observar cómo reciben aliento e inspiración los creyentes. Me produce puro éxtasis observar cómo Dios obra a través de mi vida, y a la vez me humilla y me honra.
¿Y sabe por qué estará satisfecho con la recompensa que le dé Jesús? En primer lugar, se sentirá satisfecho con cualquier cosa que le otorgue Jesús por el simple hecho de que él es Señor. En segundo lugar, su sentido perfecto de justicia estará en un todo de acuerdo con el criterio del Señor. En tercer lugar, su capacidad de gozo estará lleno hasta rebosar. Su recompensa será su capacidad: su capacidad de gozo, servicio y adoración.
Las coronas celestiales no solo son recompensas por un trabajo bien hecho en la tierra; si su enfoque está puesto en Jesús, son el glorioso cumplimiento del trabajo mismo.
Un galardón es la cobertura de crema con cereza del placer de servir a Dios aquí en la tierra. Es el gozo de mantenerse firme en el llamado que él dio al principio.
Porque la fe tiene dos lados. No solo verifica que el cielo existe, dando contundente y rápida realidad a aquello que no alcanzamos a ver, sino que también hace que miremos de manera diferente las cosas visibles que están aquí en la tierra. A través de los ojos de la fe, el cielo se convierte en un hogar sólido como la roca, y el mundo concreto en el que vivimos pierde sustancia e importancia.
La fe hace otra cosa. Cuanto más se parece el cielo al hogar, más siente usted que es extranjero y forastero en la tierra (1 Pedro 2.11).
Siempre son los exiliados los que recuerdan su patria.
«Por la fe comprendemos que no somos seres físicos viviendo una experiencia espiritual, sino seres espirituales viviendo una experiencia física».
Solo en el cielo —el lugar de nacimiento de nuestra identidad— descubriremos quiénes somos en verdad.
Unidos en perfecta alabanza y amor, descubriremos final y plenamente quiénes somos, dónde pertenecemos, y cuál fue el destino que Dios nos asignó. . . y dispondremos de toda la eternidad para ser y hacer eso mismo.
Pero nosotros nos damos cuenta de ello porque al ser peregrinos «por fe andamos, no por vista» (2 Corintios 5.7). Por fe vivimos en un plano diferente, en otra dimensión, a un nivel más elevado que el de la tierra. Por fe al mundo sólido como la roca se le agota la sustancia y la importancia, y vemos un significado celestial subyacente a todo.
los peregrinos que tienen el corazón puesto en el cielo tienen otro modo de ver las cosas, «Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos» (Hechos 17.28).
viajeros que piensan más sobre el mundo por venir por lo general son los que están haciendo el mayor bien en este mundo actual. La persona cuya mente solo está puesta en las cosas terrenales es la que menos hace en bien de la tierra.
Cuando un cristiano se da cuenta de que su ciudadanía está en el cielo, comienza a comportarse como un ciudadano responsable de la tierra.
Invierte de manera sabia en sus relaciones con otros porque sabe que son eternas. Sus conversaciones, metas y motivos se vuelven puros y sinceros porque comprende que tendrán relación con la recompensa eterna. Da con generosidad su tiempo, dinero y talento porque está acumulando tesoros para la eternidad. Extiende las buenas nuevas de Cristo porque anhela que sus amigos y vecinos llenen las filas del cielo.
Usted tiene que batallar con su propio conjunto de tentaciones, actitudes, y hábitos obstinados de la carne. Y Artesano como lo es, Dios sabe cuáles herramientas precisas usar en su vida para tallar, limpiar, y refinar el diamante que es su alma eterna.
Pero Jesús tiene sus motivos para formular esa pregunta. Él nos insta a explorar la lista de cosas que desea nuestro corazón porque sabe que deseamos algo más profundo en lugar de solo satisfacer unas pocas necesidades superficiales.
Lo que el corazón desea es éxtasis. Éxtasis es esa euforia maravillosa en la que nos olvidamos completamente de nosotros mismos, y a la vez nos encontramos.
El diccionario lo describe como un estado del alma enteramente embargado de alegría, que provoca que uno se salga de sus límites, y una nota de pie explica que en el griego éxtasis significa estar «fuera de uno mismo».
Dios quiere que aprendamos que el amor humano es un cartel indicador que nos señala el camino hacia el amor divino.
Lo que sí encuentra en su corazón y lo que ve reflejado en las personas que ama es Dios. Él y solo él proporciona la sanidad de ese antiguo dolor.
Sí, el hogar de su corazón está en el corazón de Dios. Él ha puesto dentro de usted un anhelo por él, un deseo de conocerlo y de comprender cómo es él.
Jesús es la fuente del eco inquietante y de la canción celestial.
Nuestros anhelos son satisfechos en él, pues el Hijo es «el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia» (Hebreos 1.3).
Jesús es la realidad divina invisible. Todo alcanzará su futuro cumplimiento divino en él.
Ir en pos del cielo equivale a ir en pos de él. Ir en pos de él es encontrar el cielo.
El Señor es quien nos hace tener hambre. Él es el que ha puesto dentro de nuestro corazón esas añoranzas.
Tener hambre equivale a ser humano, pero saciarse con Dios es enviar a su corazón al cielo por adelantado.
Poner nuestra mira en Cristo significa no solo contemplar lo divino en el cielo, sino lo divino en la tierra.

