Menos de cincuenta años después de Constantino, se anunció la pena de muerte para quien se atreviera a ofrecer sacrificios.[221] Poco más de un siglo después, en el 423 d.C., desde el cristianismo gobernante se anunció que se eliminaría a cualquier pagano que aún sobreviviera. Aunque, se añadía con confianza y de manera ominosa: «No creemos que quede ninguno».[222]