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En el 311 d.C., san Antonio, al oír que en la cercana Alejandría había una persecución en pleno apogeo, corrió desde su morada en el desierto hasta la ciudad. Allí, salió vestido de blanco «para llamar la atención del juez mientras pasaba, pues Antonio ardía en deseos de martirio». Por desgracia para él, el juez no vio al santo o no le prestó atención. Antonio regresó a casa, «entristecido por el hecho de que a pesar de su deseo de sufrir en el nombre de Dios, no le fue concedido el martirio».[188] Una vez de vuelta en su celda, Antonio se consoló por la continuación de su existencia añadiendo ...more
La edad de la penumbra: Cómo el cristianismo destruyó el mundo clásico
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