La superstición, escribió el biógrafo griego Plutarco, era una terrible aflicción que «humilla y desalienta al hombre».[88] La gente veía los terremotos, las inundaciones, las tormentas y los rayos y daba por hecho que, en ausencia de cualquier otra explicación, «suceden por poder divino».[89] En consecuencia, la gente intentaba apaciguar a estos dioses temperamentales. Los escritores como Lucrecio sostenían que el atomismo, correctamente aplicado, podía hacer pedazos este miedo. Si no existía un creador, si los rayos, los terremotos y las tormentas no eran las acciones de unas deidades
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