El prefecto le implora al cristiano que piense en su desolada familia, que se evite el dolor a sí mismo, que se marche libre. «Dobleguen tu locura las lágrimas de tantos y, mirando por tu juventud, sacrifica —dice—. Ahórrate la muerte.» Cuando el cristiano se niega a transigir, Probo lo intenta una vez más; «Siquiera por ellos [tus hijos], sacrifica». Cuando el cristiano permanece incólume, Probo hace una advertencia más explícita: «Mira por ti, joven. Sacrifica si no quieres que te consuma a tormentos».[197] El cristiano se niega y muere, pero no porque Probo no intentara evitarlo.