Max

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brillante orador Símaco escribió una apelación. En primer lugar, rogó al emperador que permitiera la diferencia religiosa entre sus súbditos. Haciéndose eco de Herodoto, Celso, Temistio y muchos otros predecesores, señaló que «cada uno tiene sus propias costumbres, sus propios ritos» y que la humanidad no está capacitada para juzgar cuál de ellos es mejor, «cuando todo razonamiento está velado». No pide ninguna restricción al cristianismo. «No se puede llegar por un solo camino a un secreto tan grande»,
La edad de la penumbra: Cómo el cristianismo destruyó el mundo clásico
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