Una consecuencia del concepto de los demonios fue que los pensamientos malvados pasaron a ser culpa del demonio y no del hombre; una peculiaridad exculpatoria que significaba que incluso los pensamientos más pecaminosos podían ser —y eran— libremente reconocidos. En escritos de una sinceridad asombrosa, la mentalidad monacal queda al descubierto cuando los monjes confiesan verse martirizados por visiones de mujeres desnudas —por no mencionar de otros monjes— «que cometen el pecado obsceno de la fornicación»; visiones que dejaban su alma atormentada y sus muslos ardientes. Los monjes escriben
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