Max

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El control que muchos obispos tenían sobre sus feligresías era firme hasta el punto de resultar inflexible. Eran los guardianes del cielo y, por tanto, podían cerrar esas puertas en la cara a quienes les disgustasen. En los siglos IV y V, los obispos controlaban de hecho las milicias de creyentes, y no tenían miedo de usarlas.
La edad de la penumbra: Cómo el cristianismo destruyó el mundo clásico
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