La Iglesia católica y sus «multitudes inútiles», a su vez, mostraron un glorioso desdén por los argumentos de Gibbon, y rápidamente pusieron su Decadencia y caída del Imperio romano en el Index Librorum Prohibitorum, su lista de libros prohibidos.(4) Hasta en la liberal Inglaterra, el ambiente se volvió intensamente hostil hacia el historiador. Gibbon dijo más tarde que le había conmocionado la respuesta a su obra. «Si hubiera creído —escribió—, que la mayoría de los lectores ingleses se sentían tan afectuosamente vinculados al nombre y la sombra de la cristiandad [...] quizá podría haber
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