El imperio no carecía, observó Celso, de predicadores carismáticos que reivindicaban su origen divino, abrazaban la pobreza o anunciaban que iban a morir por la humanidad. «También los que están fuera de sí (extáticos) y los mendicantes dicen ser hijos de Dios venidos de lo alto.»[103] Como señalaba Celso, Jesús no era el único que había afirmado haber resucitado. ¿Creían los cristianos que esas otras historias de alzamientos de entre los muertos eran «cuentos, y tales parecen», pero que ellos habían hallado «un desenlace de vuestro drama más congruente y convincente»?[104]