Existía un buen precedente bíblico para estas acciones. En el Deuteronomio, Dios había ordenado al pueblo elegido que derribara altares, quemara arboledas sagradas y destruyera las imágenes talladas de los dioses.[244] El que Constantino atacase los templos no lo convertía en un vándalo. Estaba llevando a cabo la buena obra de Dios.