Las escrituras divinas, dijo, eran basura; la historia del jardín del Edén era «muy tonta» y la cosmogonía de Moisés «muy simple».[70] Las «profecías» que habían anunciado la llegada de Jesús no tenían ningún sentido, puesto que «a infinitos otros se le podrían aplicar las profecías con mucha más verosimilitud que a Jesús». El día del Juicio también era motivo de burla. ¿Cómo exactamente, preguntaba Celso, iba a producirse todo aquello? «Otra tontería suya es creer que, cuando Dios, como un cocinero, envíe su fuego, todo el género humano quedará asado y solo ellos sobrevivirán.»[71] Desdeñaba
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