El retórico griego Luciano, que describió a los cristianos como «esos infelices», escribió el relato satírico de uno de esos hombres, un charlatán (como lo veía Luciano) que vivía en Grecia llamado Peregrino. Desesperado por alcanzar la fama, este pseudofilósofo se dejó el pelo largo y viajó por el imperio predicando lugares comunes. Vivió de la caridad, se ganó una reputación entre los crédulos, y finalmente se suicidó saltando a una hoguera para «ser útil a la humanidad indicándole cómo se debe despreciar la muerte».[105]