De repente, alrededor del 170 d.C., un intelectual griego llamado Celso lanzó un ataque monumental y vitriólico contra la religión. Está claro que, a diferencia de otros escritores que hasta entonces habían escrito sobre el cristianismo, Celso sabía mucho sobre él. Había leído las escrituras cristianas, y no solo eso; las había estudiado con gran detalle. Lo conocía todo, desde la creación hasta la virginidad de María y la doctrina de la Resurrección. Está igualmente claro que lo aborrece todo y, con frases juguetonas, sardónicas y en ocasiones muy sencillas, lo refuta vigorosamente. ¿La
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