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Ahora Malone se prende al cinturón la funda de la Sig Sauer reglamentaria. A muchos policías les gusta la funda sobaquera, pero a Malone le parece que requiere más movimientos y prefiere que el arma esté en el mismo sitio que su mano. Se mete la Beretta no reglamentaria por dentro del pantalón, en la parte baja de la espalda, y lleva el cuchillo de combate en la bota derecha. Va contra las normas y es ilegal de la hostia, pero a Malone no le importa. Si unos maleantes le arrebatan las pistolas, ¿qué va a sacar? ¿La polla? No caerá como una nena. Caerá asestando cuchilladas.
Una noche, Malone vio a un hombre tambaleándose y derramando sangre por toda la acera. Carter le había dejado el pulgar para que cuando señalara a alguien no tuviera a quien culpar más que a sí mismo.
—El coche estará entero cuando volvamos, ¿verdad? —¿Sois polis? —Si alguien roba ese coche, seremos enterradores.
—¡«No se lo contéis a Amy»! —exclama Russo, que le pasa el brazo por encima de los hombros—. Este tío se pone en plan Batman con un negrata en una vertical y esquiva una bala. Luego le pega una paliza. Casi esposa a Lou Savino delante de unas chicas y sus hombres en mitad de Gallaghers, después mete la polla en un coño de mil dólares, sale y dice: «¡No se lo contéis a Amy!».
—De los dos que están formando una familia junto a la barra, ¿cuál es el sicario: el chico o la chica? —dice Malone. —Tú has visto muchas películas —responde Bruno. —Solo quiero ver unas cuantas más.
—¿Qué hacemos con este tío? —pregunta Monty. —El Hudson está ahí mismo —contesta Russo. —No, por favor. Russo se agacha. —Has intentado matar a un policía de Nueva York, cortarle la cabeza. ¿Qué coño crees que vamos a hacer contigo?

