La regulación es mala, porque se interpone en el camino de quienes persiguen libremente el beneficio. Las personas ricas sirven a la sociedad invirtiendo y creando empleo para gente más pobre. En última instancia, esta división de la riqueza redunda en el bien común, que consiste en recompensar a los disciplinados y dejar que los indisciplinados se vean obligados a aprender disciplina o a sufrir.

