Las personas acomodadas tienden a ser la gente buena, una élite natural. Los pobres siguen siendo pobres porque carecen de la disciplina necesaria para prosperar. Por lo tanto, los pobres se merecen serlo y servir a los ricos. A su vez, los ricos necesitan y se merecen que los pobres les sirvan. Así, la amplia y creciente brecha entre ricos y pobres se considera buena y natural.

