Los pequeños hombres libres (Discworld, #30)
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Read between October 24 - October 28, 2022
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—¡Pero vosotros estáis vivos! —dijo. —Aj, non, señora —respondió Rob, ayudando a otro pictsie a levantarse—. Estuvimos vivos. Y fuimos buenos rapaces en la tierra de los vivos, así que al morir nacimos aquí. —¿Crees... que moriste en otro lugar y después viniste aquí? —preguntó Tiffany—. ¿Quieres decir que esto es... el paraíso? —¡Sí! ¡Justo como prometieronlo! —exclamó Rob Cualquiera—.
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¡Las tuyas non, señora! —chilló Rob—. ¡Jamás llevámonos una vejiña de los Dolorido sin permisu de la abuela! —¿La abuela Dolorido os dejaba coger ovejas? —¡Sí, sí que hacíalo, sí que dejábanos! ¡Comu pa-pago! —¿Pago? ¿Por qué? —¡A las vejiñas de los Dolorido nunca atrapábanlas los lobos! —balbuceó Rob Cualquiera—. Ni los zorros llevábanse los corderos, ¿verdad? ¡Ni los corviñus hacíanles el pasi-piqui en los güeyus, porque Hamish estaba en el cielo!
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Sí, sí, ya sé lo que hacen —lo interrumpió Tiffany, calmándose un poco—. Ah, ya veo: vosotros espantabais a los cuervos, los lobos y los zorros para la abuela, ¿no? —¡Sí, señora! ¡Y non solos espantábamoslos! —exclamó Rob, triunfante—. Un lobo da para comer ben. —Sí, los kebabs quedan ricos, peru non son tan buenos como los de vejiña, que... mmmf mmmf —consiguió decir Wullie antes de que le volvieran a poner una mano en la boca.
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¿Por tu honor de ladrón pendenciero borracho? —preguntó Tiffany. —¡Sí! —exclamó Rob, sonriente—. ¡Y es mucha reputación que proteger! Dígote la verdad, señora. Tenemos ojeadas las vejiñas de las colinas, en recuerdu de la abuela Dolorido, y a cambio llevámonos cosas que non valen nada casi.
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¿Os lleváis el tabaco? ¿El tabaco que los pastores dejan para... mi abuela? —Aj, esu habíaseme olvidado —gimió Rob Cualquiera—. Pero siempre esperamos unos días por si volviera ella a recogerlu. Con las arpías, nunca sábese. Y de veras cuidamos de las vejiñas, señora. ¡Y ella non tendríanos rencor! ¡Muchas noches compartió la pipa con la kelda fuera de su casa con ruediñas! ¡Non fue de las que dejarían que un buen baquiño echárase a perder por la lluvia! ¡Por favor, señora!
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Por ejemplo, «chispa». Si la luz hiciese un ruido al reflejarse en una ventana a lo lejos, haría «¡chispa!».
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—Sí, eres una arpía nata, sin duda —siguió la kelda, sosteniéndole la mirada—. Tienes ese trociño dentro de ti que contrólase, ¿verdad? Esa parte menudiña que vigila al resto de ti. Es la Primera Vista y los Segundos Pensamientos lo que tienes, y son un pequeño don y una gran maldición para ti. Ves y oyes lo que otros non pueden, y el mundo revélate sus secretos, pero siempre eres la persona en la fiesta que quédase apartada con su vaso en un rincón, sin poderse unir al restu. Hay un trociño dentro de ti que non derrítese y non fluye. Eres descendiente de Sarah Dolorido, esu está claro. Los ...more
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Aj, non. Esa es la típica forma de pensar de los grandullones. La Primera Vista es cuandu ves lo que está ahí de veras y non lo que tu testa dícete que debiera estar. Viste a Jenny, viste al jinete y vístelos como cosas reales. La segunda vista es una vista embotada, es non ver más que lo que esperas ver. Esa tiénenla casi todus los grandullones.
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¡Non conoce nuestras costumbres! —protestó Fion—. ¡Estás demasiado cansada, madre! —Sí, así es —repuso la kelda—. Pero una hija non puede dirigir el clan de su madre, ya sábeslo. Eres una chica obediente, Fion, peru ya es hora de que escojas tus guardaespaldas y marches a buscar un clan propio. Non puédeste quedar aquí. —La kelda miró a Tiffany otra vez—. ¿Haraslo, Tiffan?
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Está hecho, pues —dijo la kelda. De repente se tumbó y, también de repente, pareció empezar a encogerse. En su rostro aparecieron más arrugas—. Que nunca dígase que dejé a mis hijos sin kelda que cuídelos —murmuró—. Agora ya puedo volver al Último Mundo. Tiffan es la kelda de momentu, Fion. En su casa, harás lo que ella diga.
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Lo mejor que hicieron jamás los humanos —dijo—. Tomaré solo un sorbiño ben grande, Fion. —Hace que te salga pelo en el pecho —le advirtió Tiffany. —Aj, buenu, por una gota del linimento especial para ovejas de Sarah Dolorido, meréceme la pena arriesgarme a un par de rizos —respondió la kelda. Cogió la taza de cuero que le ofrecía Fion, que era del tamaño de un dedal, y la sostuvo en alto. —Non creo que convéngate, madre —dijo Fion. —Eso juzgarelo yo esta vez. Una gotiña antes de marchar, por favor, kelda Tiffan.
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Tiffany las veía claramente en su cabeza: la abuela Dolorido y aquella diminuta mujer rechoncha, sentadas en torno a la estufa redonda de la cabaña sobre ruedas, mientras las ovejas pastaban bajo las estrellas. —Ah, puédeslo ver —dijo la kelda—. Siento tus ojos sobre mí. Eso es la Primera Vista en funcionamientu. —Bajó la taza—. Fion, ve a por Rob Cualquiera y William, el gonnagle.
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¡Sin rey! ¡Sin reina! ¡Sin señor! ¡Sin amo! ¡Non dejarémonos engañar de nuevu! —Tiffan es la rapaza de la abuela Dolorido —dijo la vieja kelda, levantando una mano—. Todos conoceisla.
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«Es demasiado tarde, las lágrimas no sirven de nada, no queda tiempo para decir nada, hay cosas que hacer». Y... entonces dio de comer a los perros, que esperaban con paciencia el desayuno. Habría ayudado verlos hacer algo ñoño, como gemir o lamerle la cara a la abuela, pero no lo habían hecho. Sin embargo, Tiffany seguía oyendo la voz en su mente: «Nada de lágrimas, no llores, no llores por la abuela Dolorido».
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Están enterrándola al otru lado del monte —le explicó William, sin que le preguntase—. Con las otras keldas de este clan. —Creía que serían más... ruidosos. —Ella fue su madre —dijo William—. Non quieren gritar. Sus corazones están demasiadu llenos para las palabrrras. En su momentu, habrá una vigilia para que ayudémosla a volver a la tierra de los vivos, y esu sí que será rrruidoso, asegúrotelo.
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Miró hacia la hierba y allí estaba el cuerpo de Hamish, clavado de cabeza en el suelo a pocos metros de ella. Todavía tenía estirados los brazos con sus bastones de girar.[6]  Tardaron un tiempo en sacarlo. Según explicaron a Tiffany, si aterrizaba de cabeza y girando, tenían que desatornillarlo en sentido contrario para que no se le saliesen las orejas.
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—Aj, solu hace falta un poquín de amabilidad, señora —respondió Jock Non Tan Grande Como Jock Mediano Pero Más Grande Que Jock Pequeño. —¿De verdad? —Sí, y un muchín de crueldad —respondió Jock Non Tan Grande Como Jock Mediano Pero Más Grande Que Jock Pequeño—. Hamish entrénalas corriendo por ahí con una piel de coneju puesta, hasta que un ave lánzase sobre él.
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¿Ah, sí? —Bueno, a decir verdad, señora, es más ben que saben que trae mala suerte non hacerse amigu de los Nac Mac Feegle.
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Aj, es un poquín tirando a grande, sin ánimo de ofender. —Sí, pero una kelda tiene que se grande, ya sabes, para tener muchos bebiños. —Sí, ciertu, las mujeres grandes están muy ben, pero si un rapaz quiérese acurrucar con esta, tendrá que hacer una marca de tiza para acordarse de dónde dejolo ayer. —Esu y que es un poco joven. —Tampocu tiene por qué tener bebiños ya, pues. O puede que non muchos a la vez. Pongamos unos diez como tope.
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El rostro de Rob Cualquiera se convirtió en la viva imagen del terror, y Tiffany lo oyó murmurar: «¡Aj, pardiez!». —Pero por supuesto, la novia es quien debe elegir el día, ¿no? —añadió ella en tono alegre—. Todo el mundo lo sabe. —Sí —asintió Rob Cualquiera, tembloroso—. Esu dice la tradición, sí. —Entonces, eso haré. —Tomó aire—. En el fin del mundo hay una gran montaña de granito de un kilómetro y medio de altura y, cada año, un pájaro diminuto vuela hasta allí y se limpia el pico en ella. Pues cuando el pajarito haya desgastado la montaña hasta que sea del tamaño de un grano de sal... ¡ese ...more
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¡Puede que quítennos la vida, pero jamás quitarannos... los pantalones! —¡Apaga el candil, que róbete la cartera! —¡Tú vete por el camino, que yo iré a por tu cartera! —¡Solu pueden quedar mil! —¡Puédestelo meter por donde quépate!
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Pero las voces fueron uniéndose en un solo clamor que hizo temblar las paredes: —¡Sin rey! ¡Sin reina! ¡Sin señor! ¡Sin amo! ¡Non dejarémonos engañar de nuevu!
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Ah, bueeeno, ¿y qué es magia, eh? —dijo Rob Cualquiera—. Menear un palitu y decir unas palabriñas mágicas. ¿Qué tiene eso de listu, eh? Peru mirar las cosas, mirarlas de veras y averiguarlas, para esu sí que hace falta habilidad. —Sí, cierrrto —intervino William el gonnagle, sorprendiendo a Tiffany—. Usaste los ojos y usaste la testa. Esu es lo que hace una arpía de verrrdad. Lo de la magicamienda es solu por publicidad.
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Ben, esta fue una de esas veces. —Rob se volvió y miró a Tiffany, algo avergonzado—. Sí, fuimos los mejores ladrones para la reina. La gente non salía ni a cazar por miedu a los hombreciños. Pero nunca era suficiente para ella. Siempre quería más. Pero dijímosle que non estaba ben robar el único cerdu de una vieja ni la comida de quienes non tenían para comer. A los feegles non danos reparos robar la copa de oru a un grandullón ben rico,
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Sí, tienes un aspectu de lo más ferrroz —dijo—. Seguru que quieres a tu hermaniño, si enfréntaste a estos monstruos por él. Y Tiffany no pudo detener sus pensamientos. «No lo quiero. Sé que no lo quiero. Es demasiado... pegajoso, no puede seguirme el ritmo y tengo que pasar demasiado tiempo cuidando de él. No puedo hablarle, siempre quiere algo.» Sin embargo, sus Segundos Pensamientos dijeron: «Es mío. ¡Mi territorio, mi hogar, mi hermano! ¡Cómo se atreven a tocar lo que es mío!».
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No estaba siendo valiente, ni noble, ni amable. Hacía lo que hacía porque tenía que hacerse, porque no había forma de que pudiera no hacerlo.
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«Los que pueden hacer deben hacer por los que no pueden. Y alguien tiene que hablar por los que no tienen voz.»
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Te llamas Roland, ¿no? —dijo. —¡No te dirijas a mí en ese tono! —Sí que te llamas Roland. ¡Eres el hijo del barón! —¡Exijo que dejes de hablar! —La expresión del chico se había vuelto extraña, arrugada y rosa, como si intentase no echarse a llorar. Levantó la mano, en la que llevaba una fusta...
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Los Nac Mac Feegle sabían cómo comportarse incluso en un sueño, incluso en un baile elegante. Había que cargar a lo loco y gritar... con educación. —¡Menudo tiempiño más bueno está haciendu para la época del año, pedazo de pámpano! —Eh, sociu, ¿non tendrás por ahí unas pommes frites para un vieju amigo?
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Dijo que era mejor encajar donde no encajas que no encajar donde antes sí encajabas, recordando el tiempo en que encajabas.
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Soy Tiffy —susurró—, y nos vamos a casa. «Y ahora es cuando aparece la reina», pensó. Pero no se produjo ningún grito de rabia, ningún estallido mágico... nada. Solo oía el zumbido de abejas a lo lejos, el viento entre la hierba y la respiración entrecortada de Wentworth, que estaba demasiado sorprendido para llorar. Tiffany vio que al otro lado del emparrado había un sofá de hojas, rodeado de flores colgantes. Pero no había nadie sentado. —Eso es porque estoy detrás de ti —dijo la voz de la reina en su oído.
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La señorita Robinson había robado un bebé, Puntualidad Acertijo, muy querido por sus jóvenes padres, aunque le hubiesen puesto ese nombre (el razonamiento era que si a los niños les daban nombres de virtudes, como Paciencia, Fe y Prudencia, ¿qué tenía de malo un poquito de gestión del tiempo bien entendida?).
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La niña olió el aroma a Alegre Marinero al salir del salón, después del juicio, y pensó en el perro del barón.«Recuerde este día —había dicho la abuela Dolorido—. Tendrá razón para hacerlo.» A los barones había que recordarles las cosas.
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¡Pardiez! ¡Es su altura! ¡Y tiene a nuestra kelda, la muy topetiña! —¡Sin reina! ¡Sin señor! ¡Los pequeños hombres libres! —¡Agora mesmo zamparíame un kebab! —¡A por ella!
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A los Nac Mac Feegle no se les podía pisotear ni aplastar. Trabajaban en grupo, se subían a las espaldas de sus hermanos para ganar altura y dar puñetazos a un elfo o, a ser posible, cabezazos. Y cuando hacían caer a alguien, aquello se convertía en una fiesta de patadas. Su estilo tenía un método. Por ejemplo, siempre escogían al oponente de mayor tamaño porque, como después dijo Rob Cualquiera a Tiffany: «Así es más fácil darles, ya sabes». Y nunca paraban. Eso era lo que desgastaba a sus enemigos, porque era como sufrir un ataque de avispas con diminutos puños.
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¡Pero decíais que si se comía o bebía en un sueño, después no se podía salir! —Sí, pásale a casi todu el mundo —dijo Rob—, pero non a nosotros. Casas, bancos, sueños, a nosotros danos igual. Podemos entrar y salir de cualquier cosa. —Menos puede que de los bares —puntualizó Yan Grande. —Ah, sí —coincidió Rob en tono alegre—. Salir de los bares a veces entráñanos cierta dificultad, esu es cierto.
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¿Se puede luchar contra las pesadillas? —preguntó Tiffany. El gorjeo agudo estaba subiendo mucho de volumen. —Puédese pelear contra cualquier cosa —gruñó Yan Grande—. Si tiene testa, podémosela llenar de caspa a testarazos. Y si non tiene testa, ¡darémosle de puntapiés!
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No, es un mamíf... —dijo la boca de su hermana, antes de que pudiera detenerla. Los pictsies seguían mirándola—. Es que es bueno que lo sepa —murmuró, avergonzada—. Es un error que comete mucha gente... «Vas a ser igual que la señorita Lento —le dijeron sus Segundos Pensamientos—. ¿De verdad quieres eso?» —Sí —dijo una voz, y Tiffany se dio cuenta de que era la suya otra vez. Se alzó en ella una rabia gozosa—. ¡Sí! ¡Así soy yo! ¡Soy cautelosa y lógica, e investigo las cosas que no entiendo! ¡Cuando la gente habla mal, me pongo nerviosa!
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De repente, oyeron ruidos que salían del faro: gritos ahogados, golpes y un par de cristales rotos. En cierto momento, Tiffany oyó el estruendo de algo pesado cayendo por una larga escalera de caracol y golpeándose en cada uno de los escalones. La puerta se abrió y los Nac Mac Feegle salieron del faro con aire satisfecho. —Non problemo —dijo Rob Cualquiera—. Non hay nadie. —¡Pero ha habido un montón de ruido! —Ah, sí, tuvímonos que asergurar —dijo Wullie Chiflado. —¡Hombrecilliños!
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Seguramente os moriríais —dijo Tiffany. —Ya estamos muertus. —Bueno, pues os pondríais muy, muy malos —dijo Tiffany, mirándolo con intensidad—. Además, es inflamable. Menos mal que no os lo habéis bebido, ¿verdad? Wullie Chiflado soltó un gran eructo, acompañado del fuerte olor de la parafina. —Sí —dijo. Tiffany volvió sobre sus pasos y cogió a Wentworth. Detrás de ella oyó susurros apagados mientras los pictsies hacían corrillo. —¡Ya díjeos que la calaveriña esa significaba que non debiéramos tocarlu!
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El silencio olía a ovejas, y a trementina, y a tabaco. Y entonces llegó el movimiento, como si Tiffany cayera a través del suelo, muy deprisa. Y un calor amable y, durante un momento, el sonido de las olas. Y su propia voz, dentro de su cabeza. «Llevo esta tierra en los huesos. »Tierra bajo ola.» Blancura. Avanzó tambaleante entre la oscuridad cálida y pesada que la rodeaba, algo parecido a la nieve pero tan fino como el polvo. Se acumulaba en alguna parte por debajo de ella, porque veía una tenue blancura.
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«Siempre ha habido alguien vigilando las fronteras. No es algo que ellas decidieran. Se decidió por ellas. A alguien tiene que importarle. Y a veces tienen que luchar. Alguien debe hablar por los que no tienen voz...» Abrió los ojos. Seguía tumbada en el lodo, la reina se reía de ella y, arriba, la tormenta seguía bramando.
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Como había dicho la reina, todas las brujas son egoístas. Pero los Terceros Pensamientos de Tiffany dijeron: «¡Pues convierte el egoísmo en un arma! ¡Haz que todo sea tuyo! ¡Haz que otras vidas y sueños y esperanzas sean tuyos! ¡Protégelos! ¡Sálvalos! ¡Llévalos al redil! ¡Atraviesa la ventisca por ellos! ¡Mantén alejado al lobo! ¡Mis sueños! ¡Mi hermano! ¡Mi familia! ¡Mi tierra! ¡Mi mundo! ¡Cómo te atreves a llevarte esas cosas! ¡Son mías!»
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La rabia la desbordó. Se levantó, apretó los puños y gritó a la tormenta, poniendo en el grito toda la ira que llevaba dentro. Cayeron sendos rayos contra el suelo a los dos lados de Tiffany. Lo hicieron dos veces. Y permanecieron allí, crepitando, y se formaron dos perros. Emanó vapor de sus pelajes y chispearon luces azules en sus orejas cuando los perros se sacudieron. Miraron a Tiffany con atención. La reina ahogó un grito y desapareció. —¡Ven aquí, Relámpago! —gritó Tiffany—. ¡A mí, Trueno! —Y recordó la vez que había corrido por las lomas, cayéndose, gritando todo al revés, mientras los ...more
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Brillando en la oscuridad, con el vestido blanco de pastorcilla lanzando destellos de luz desde todas y cada una sus cintas azules y hebillas plateadas, estaba la abuela Dolorido con una enorme sonrisa, irradiando orgullo. En una mano llevaba el enorme cayado ornamental, lleno de lazos azules.
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Ah, sí que eres una mujerrr crrruel, reina —dijo William el gonnagle—, si envíasnos a los abogados. —Ojead a ese de la izquierda —gimió un pictsie—. ¡Ojead, lleva maletín! ¡Es un maletín! Oh lamentu lamentu, un maletín, lamentu...
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¡Fuimos unos incomprendidos cuando éramos unos pobreciños guids! —chilló Rob Cualquiera—. ¡Tenéisnosla jurada porque somos azules! ¡Siempre cúlpasenos de todu! ¡La policía ódianos! ¡Non estábamos ni siquiera en el país!
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¡Tienen nuestros nombres! —sollozó Wullie Chiflado—. ¡Tienen nuestros nombres! ¡Daremos con nuestrus huesos en la cárcel! —¡Protesto! Solicito una orden de hábeas corpus —intervino una vocecilla—. Y presento un alegato de Vis-ne faciem capite repletam, sin efecto de cosa juzgada.
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Ahora soy un sapo, pero... —Tragó saliva—. Antes era abogado. Y lo que estáis haciendo, amigos, es ilegal. Esos cargos no son más que un entramado de mentiras sustentado en testimonios de oídas. —Alzó sus amarillos ojos hacia los abogados de la reina—. También solicito que este caso se posponga sine die en base a Ius tibi non vis, et erunt duo pocula. Los abogados habían sacado de la nada unos libros enormes y estaban hojeándolos a toda prisa. —No estamos familiarizados con la terminología del letrado —dijo uno de ellos. —Eh, están sudando —dijo Rob Cualquiera—. Entonces, ¿tambén podemos tener ...more
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—Sí, por supuesto —respondió el sapo—. Podéis tener abogados defensores. —¿Defensores? —dijo Rob Cualquiera—. ¿Estasme diciendo que podémonos salir de rosiñas por un entramadu de mentiras? —Sin duda. Y con todos los tesoros que habéis robado, podéis pagar lo bastante para ser pero que muy inocentes. Mis honorarios ascienden a... Tragó saliva al ver que una docena de espadas iluminadas se volvían hacia él. —Acabo de recordar por qué aquella hada madrina me convirtió en sapo —dijo—. Así que, dadas las circunstancias, aceptaré este caso pro bono público. Las espadas no se movieron. —Eso significa ...more