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Los científicos han observado a hormigas experimentadas en correr en tándem modificar sus trayectos cuando las sigue un ejemplar inexperto, hacer pausas durante la ruta para permitir que el pupilo explore los puntos de referencia y reemprender el viaje sólo después de que éste las golpee con una antena.44
Los grupos familiares están dominados por una única pareja de cría, junto con otros varios adultos que no se reproducen, pero que, sin embargo, ayudan a alimentar y a cuidar a los polluelos.
La pareja dominante es monógama no sólo social, sino también sexualmente, un rasgo poco frecuente en el reino de las aves.46 En cualquier grupo, el noventa y cinco por ciento de las crías descienden de la pareja dominante.47 Ahora bien, todos los adultos miman a los pequeños, a quienes ayudan a empollar, alimentar y cuidar.
Ridley y su equipo han descubierto recientemente que los drongos engañan a los turdoides variando el tipo de voces de alarma que emiten, lo cual dificulta a los turdoides detectar el ardid.54
los adultos empiezan a emitir una suave voz a modo de «ronroneo» cuando llevan la comida al nido, acompañada por un delicado aleteo.55 Se trata del período de adiestramiento:
Sigue abierto el interrogante sobre si la enseñanza que demuestran los turdoides bicolor requiere habilidades cognitivas sofisticadas.
«La enseñanza en los turdoides bicolor y en las suricatas difiere. Las suricatas tienden a exhibir una enseñanza práctica (en la que el maestro coloca al alumno en una situación que lo conduce a aprender una nueva habilidad), mientras que los turdoides bicolor tienden a adiestrar o entrenar a sus crías (de tal modo que el maestro altera el comportamiento del alumno) —explica—. No podemos descartar por entero que la enseñanza que observamos en los turdoides sea el resultado de reacciones reflejas (se requieren estudios adicionales en este sentido), pero sin duda parece que se precisan ciertas
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Los científicos han detectado esta suerte de ingenio social sorprendente en las vidas de muchas especies pajariles. Lo que han descubierto es algo que anticipaban: una correlación entre las dimensiones del grupo social del ave y el tamaño de su cerebro.
Cuando los científicos programaron los minicerebros para lidiar con tareas desafiantes que requerían colaboración, los minicerebros «aprendieron» a cooperar.
Estos hallazgos confirman la idea de que las interacciones sociales complejas, como la colaboración, generaron las presiones selectivas necesarias para la evolución de cerebros de mayor tamaño y unas habilidades cognitivas avanzadas en nuestros ancestros primates. No obstante, cuando Dunbar y sus colegas estudiaron a aves y otros animales, el patrón de «a mayor grupo social, mayor cerebro» no se sostenía.
Al parecer, en el caso de las aves, es la calidad de las relaciones y no la cantidad lo que amplía su capacidad cerebral.
Cerca del ochenta por ciento de las especies de aves viven en parejas socialmente monógamas o, lo que es lo mismo, permanecen con la misma pareja durante una única temporada de cría o durante más tiempo (lo cual contrasta marcadamente con el tres por ciento aproximado de especies de mamíferos que exhiben esta monogamia social).
Los cucaracheros cejones, unos pajarillos tímidos de tonos apagados que viven en las profundidades de los bosques nubosos de los Andes, cantan rápidamente alternando sílabas con una coordinación tan impecable que suena como si sólo trinara un pájaro.69 Sus duetos son una suerte de tango auditivo sofisticado con el cual demuestran un nivel asombroso de conducta cooperativa.
En las aves, Goodson averiguó que las divergencias en la conducta social tienen su raíz en variaciones sutiles en la expresión de los genes de estas moléculas.75 Y es probable que suceda lo mismo en los seres humanos.
Los biólogos averiguaron que, si bloqueaban la acción de la mesotocina en sus cerebros, pasaban menos tiempo con sus parejas y los compañeros de jaula familiares y evitaban los grupos numerosos.81 Por otro lado, los ejemplares a los que se suministró mesotocina en lugar de un bloqueador se volvieron más sociables y buscaban un contacto más estrecho con sus parejas y compañeros de jaula, así como con grupos más extensos.82
pinzón canela, un bonito pajarillo de color castaño procedente del Asia tropical que prefiere la compañía de miles (y al cual se conoce en un laboratorio como el fringílido «hippie» o «pacifista» porque no se lo ha observado nunca demostrar ningún tipo de agresividad).83
Los diamantes cebra de Timor y los pinzones canela, altamente sociables y con preferencia por vivir en bandadas, tenían muchos más receptores de mesotocina en el septo dorsal lateral —una zona clave del cerebro relacionada con el comportamiento social— que sus parientes más solitarios.
Estudios recientes realizados en fringílidos sugieren que las llamadas hormonas del amor «pueden, en efecto, intervenir en la agresión e incluso obstaculizar el establecimiento de lazos de pareja», explica Kingsbury, en función de la situación.
humanas muestran lo contrario de lo que podría esperarse: correlaciones entre oxitocina y emociones negativas como la ansiedad y la desconfianza.88
Por lo que concierne a los efectos sociales de estas hormonas, al parecer, el contexto y las diferencias individuales tienen relevancia tanto en las aves como en los seres humanos.
Más bien, afirma, es «la complejidad de lograr un lazo de pareja sólido combinado con copulaciones fuera de la pareja lo que impulsa simultáneamente este aumento».
Las aves emparejadas pueden ser socialmente monógamas, pero rara vez lo son sexual y, por ende, genéticamente.
Su «hipótesis del “reapareamiento”», una especie de situación de divorcio y segundas nupcias, sugiere que, en las «citas amorosas», las hembras podrían comprobar el territorio hogareño y las habilidades parentales de otros machos.
Una teoría nueva planteada por dos biólogos de la Universidad de Noruega sugiere que las hembras que flirtean alientan una mejor colaboración en toda la comunidad.94 «Las hembras salen beneficiadas porque la paternidad fuera de la pareja incentiva a los machos a no concentrarse en una sola nidada, sino en toda la comunidad, pues es probable que también tengan descendencia en ella.»
«Mientras que la maternidad sin duda hace que las hembras cuiden de su prole en el hogar, la incertidumbre acerca de la paternidad y el potencial de tener descendencia en diversas nidadas hace que los machos inviertan en beneficios comunitarios y en bienes públicos», afirman los científicos noruegos.
Tal como señala la bióloga evolutiva Nancy Burley, es poco probable que exista una única explicación a la paternidad fuera de la pareja. «El motivo por el que las hembras copulan fuera de la pareja probablemente varíe en gran medida entre las distintas especies —apunta—. E incluso dentro de una misma especie, esta decisión debe reflejar circunstancias individuales.»96