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Los caballos estaban inquietos ante la visión de la sangre y los jinetes hablaban entre sí con una especie de tono burlón, como si pretendieran que los animales se avergonzaran.
Los que no pueden recordar la sangre de la guerra son siempre los más ardientes para la lucha.
El chico se durmió con las palmas hacia arriba, como un penitente adormilado. Cuando despertó aún era de noche. El fuego se había reducido a unas pocas llamas bajas que bailaban sobre los rescoldos. Se quitó el sombrero, aventó el fuego con él y lo alimentó con la leña que había recogido. Buscó el caballo con la mirada, pero no pudo verlo. Los coyotes seguían aullando a lo largo de la muralla de roca de los Pilares y por el este empezaba a clarear tímidamente. Se acuclilló junto a la loba y le tocó el pelaje. Palpó sus dientes, fríos y perfectos. El ojo vuelto hacia la lumbre no reflejaba luz
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y todo fuese miedo y asombro. Levantó de la hojarasca la rígida cabeza de la loba y la sostuvo entre sus manos o hizo ademán de asir lo inasible, lo que corría ya entre las montañas, terrible y bellísimo a un tiempo, como las flores que se alimentan de carne. Eso de que están hechos la sangre y los huesos pero que no puede formarse por sí solo en un altar ni por herida alguna de guerra. Lo que sin duda podemos creer que tiene la facultad de cortar y moldear y ahuecar la negra forma del mundo del mismo modo que lo hacen el viento o la lluvia. Pero lo que no puede cogerse nunca ha de ser cogido,
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Dijo que el mundo solo podía ser conocido tal como existía en los corazones de los hombres, pues aunque parecía un lugar que contenía seres humanos era, en realidad, un lugar contenido dentro de ellos, y por tanto para conocerlo uno debía mirar esos corazones y tratar de conocerlos, para lo cual era necesario vivir con los hombres y no limitarse a pasar entre ellos.
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Uno nunca sabe qué cosas pone en marcha, dijo. Nadie puede saberlo. No hay profeta capaz de predecirlo. Las consecuencias de una acción son a menudo bastante distintas de lo que uno pensaba. Asegúrese de que lo que le mueve en el fondo del corazón es lo bastante grande como para contener todos los virajes equivocados, todas las decepciones. ¿Ve usted? No todo tiene ese valor.
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