El dilema del omnívoro: En busca de la alimentación perfecta

by Michael Pollan

Según me dijeron, comparadas con los pollos convencionales, estas aves orgánicas lo tienen bastante bien: disponen de más centímetros cuadrados de espacio habitable por ave (aunque resultaba difícil imaginar que pudiesen estar más apiñadas), y al no haber en el pienso hormonas ni antibióticos que aceleren su crecimiento consiguen vivir unos cuantos días más. Sin embargo, dadas las circunstancias, no está claro que una vida más larga sea necesariamente algo deseable. En el exterior, a todo lo largo de cada una de las naves, había un patio cubierto de hierba de unos 4,5 metros de ancho, ni mucho menos lo bastante amplio para acoger a las 20.000 aves, en el caso de que alguna vez el grupo decidiese salir a tomar el aire en masa. Lo que, la verdad sea dicha, es lo último que quieren los encargados de la granja, puesto que estas indefensas, apelotonadas y genéticamente idénticas aves son extremadamente vulnerables a las infecciones. Esta es una de las mayores ironías de la producción de alimentos orgánicos dentro de un sistema industrial: es incluso más precaria que en un sistema industrial convencional. Pero las leyes federales dicen que un pollo orgánico debería tener «acceso al exterior», y la égloga de supermercado así lo imagina, así que Petaluma Poultry proporciona las puertas y el patio, y todo el mundo cruza los dedos. Podría parecer que los encargados de la granja de Petaluma no tienen de qué preocuparse. Como la comida, el agua y la bandada se mantienen en el interior...