El dilema del omnívoro: En busca de la alimentación perfecta

by Michael Pollan

Criar animales en granjas mixtas pasadas de moda como la de los Naylor tenía sentido desde un punto de vista biológico: uno podía alimentar a los animales con los desechos de los cultivos y, al mismo tiempo, podía alimentar los cultivos con los desechos de los animales. De hecho, cuando los animales viven en granjas, la simple idea de desecho deja de existir; lo que hay en su lugar es un circuito cerrado ecológico, lo que retrospectivamente podríamos llamar «una solución». Una de las cosas más llamativas que llevan a cabo los cebaderos es (parafraseando a Wendell Berry) coger esta sencilla solución y dividirla limpiamente en dos nuevos problemas: uno de fertilidad en la granja (que debe remediarse con fertilizantes químicos) y uno de contaminación en el cebadero (que raramente llega a remediarse). Este absurdo biológico, característico de todos los CAFO, incluye en los cebaderos de ganado vacuno un segundo absurdo. Allí hacemos que los animales a los que la selección natural dispuso para subsistir con hierba lo hagan con maíz —a costa de su salud, de la salud de la tierra y, al final, de la salud de quienes se los comerán— sin otro motivo que el hecho de que ofrece las calorías más baratas y de que la gran pila debe consumirse. Esta es la razón de que decidiese seguir el rastro del maíz comercial a partir de un buey y no, por ejemplo, de un pollo o un cerdo, que pueden arreglárselas bien con una dieta de grano: la corta e infeliz vida de un buey alimentado con maíz en un c...