¿quién o qué (además de nuestros coches) va a consumir y digerir toda esta biomasa recién fraccionada, los azúcares y los almidones, los alcoholes y los ácidos, los emulsionantes, los estabilizantes y los agentes de control de viscosidad? Aquí es donde entramos nosotros. Se requiere un cierto tipo de consumidor —uno industrial— para consumir estas fracciones del maíz, y nosotros somos —o hemos evolucionado para serlo— esa criatura perfectamente adaptada: el consumidor de comida procesada.