los comestibles que entran, los ríos de desechos que salen. La aglomeración de los recién llegados en espacios reducidos, unida a la falta de higiene, ha sido siempre caldo de cultivo para la aparición de enfermedades. La única razón de que las ciudades animales contemporáneas no estén tan repletas de plagas ni sean tan pestilentes como sus equivalentes humanas medievales es una simple anomalía histórica: los antibióticos modernos.