Cuando comemos ensalada nos comportamos de un modo muy parecido a los herbívoros, nos acercamos más que nunca a todas esas criaturas que hunden la cabeza en la hierba o se encaraman a los árboles para mordisquear las hojas de las plantas. Tan solo añadimos a esas hojas una finísima capa de barniz cultural al aliñarlas con aceite y vinagre. Esta forma de comer tiene muchas ventajas, porque ¿hay algo más sano que hincarle el diente a un montón de hojas verdes? El contraste entre la simplicidad de esta forma de comer, con todas sus connotaciones pastoriles, y la complejidad del proceso industrial
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