Los 99 centavos que cuesta una hamburguesa en un establecimiento de comida rápida no dan fe de su verdadero coste, lo que supone para el suelo, el petróleo, la salud pública, el erario público, etcétera, costes que nunca se cargan directamente al consumidor, pero sí, de manera indirecta e invisible, al contribuyente (en forma de subsidios), al sistema sanitario (en forma de enfermedades transmitidas por los alimentos y obesidad) y al medioambiente (en forma de polución), por no mencionar el bienestar de los trabajadores del cebadero y el matadero, y el de los propios animales. Si no fuese por
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