Los 1,60 dólares que estoy pagando por tres comidas diarias parece una ganga si el cálculo deja fuera ciertas cuestiones. Ese cálculo no tiene en cuenta, por ejemplo, el coste que supone para la salud pública la resistencia a los antibióticos o la comida envenenada con E. coli O157:H7. No tiene en cuenta el coste que suponen para los contribuyentes los subsidios agrarios que mantienen bajo el precio de las materias primas de Poky. Y desde luego no tiene en cuenta los innumerables costes ambientales que acarrea el maíz barato.