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March 24 - March 25, 2022
Fabricado con diminutas gemas azules, tan claras que eran casi blancas, el vestido seguía todas las curvas y los valles hasta caer al suelo y formar una lagunita que era como un líquido de luz de estrellas. Las largas mangas me apretaban los brazos, y tenían puños de diamantes en las muñecas. La línea del cuello me llegaba a las clavículas y esa modestia se deshacía por la forma en que se me pegaba el vestido en zonas que yo suponía que le gustaba mostrar a cualquier hembra. Me habían recogido el pelo con dos peinetas de plata y diamantes; la cabellera quedaba así lejos de la cara y después me
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Y señaló… Una estrella pasó por el cielo, más brillante y más cercana que cualquier otra que yo hubiera visto antes. La multitud y la ciudad gritaron de alegría, levantaron los vasos cuando pasó por encima y solamente bebieron cuando ella desapareció sobre la curva del horizonte.
No. —Rhys se me acercó. —Nuestros antepasados pensaron que eran estrellas, pero… Son espíritus que migran una vez por año… Por qué eligen este día para aparecer… nadie lo sabe.
¿Por qué se aferran las cosas a las cosas? Tal vez aman el lugar al que van, sea el que fuere, tal vez lo aman tanto que vale la pena. Tal vez van a seguir volviendo hasta que quede solamente una estrella. Tal vez esa única estrella va a seguir viniendo para siempre, en la esperanza de que algún día, si ella vuelve y vuelve lo suficiente, otra estrella la encuentre.
Mis dedos tocaron los suyos. Tibios y firmes…, pacientes, como si quisieran esperar a ver qué más haría yo. Tal vez era el vino pero uno de mis dedos acarició uno de los suyos.
Una risa verdadera, abierta y hermosa
Una luz verde clara, como gotas de pintura, me brillaba en pecas sobre la palma.
Yo me reí y el sonido me raspó la garganta. No era una queja ni un resoplido: era una risa quebrada. Y me reí una vez más y otra mientras él bajaba las manos que se había llevado a los ojos. Tenía manchado todo el costado izquierdo de la cara. Pintura de guerra del cielo, eso parecía. Y entonces entendí por qué él no quería que yo me sacara la pintura. Rhys se miraba las manos cubiertas de ese polvo y yo di un paso hacia él y miré la forma en que brillaba y refulgía ese polvo. Él se quedó quieto como la muerte cuando yo le tomé una de las manos y le tracé la forma de una estrella sobre la
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Los dedos de él se tensaron bajo los míos y yo levanté la cabeza. Él me estaba sonriendo. Y se parecía tan poco a un alto lord con ese polvo brillante en la cara que yo también le sonreí. Ni siquiera me había dado cuenta de que lo había hecho hasta que su sonrisa se desvaneció y se le entreabrió la boca. —Sonríe otra vez —susurró. Yo no le había sonreído a él. Nunca. Nunca había reído para él. En Bajo la Montaña ni siquiera le había hecho una mueca, ni una risita. Y después… Este macho frente a mí… mi amigo… A pesar de todo lo que él había hecho por mí, yo nunca le había regalado ni una sola
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Quisiera volver atrás el beso que te di en Bajo la Montaña.
Porque no lo hice placentero para ti y porque estaba celoso y enojado y sabía que me odiabas.
Rhys levantó la vista y nos miramos a los ojos. Y lo que había en mi cara, fuera lo que fuese, era un espejo de lo que había en la de él, creo yo: el hambre, el deseo y la sorpresa.
Claro que quiero bailar contigo —dijo Rhys, sin voz todavía—. Toda la noche, si quieres. —¿Aunque te pise? —Aunque me pises.
Se inclinó hacia mí, me pasó la boca por la mejilla caliente. Yo cerré los ojos frente al susurro de un beso, frente al hambre que me saqueaba, que, si por mí fuera, podría saquear Prythian. Y alrededor de mí, como si el mundo mismo estuviera cayendo, seguía la lluvia de estrellas.
—Estoy…, estoy tan feliz de haberte conocido, Feyre.
Habíamos bailado. Todos juntos. Y yo nunca había visto más feliz a Rhys: se reía con Azriel, bebía con Mor, bromeaba con Cassian. Yo había bailado con todos y, cuando la noche llegó al amanecer y la música se hizo suave y se llenó de miel, había dejado que Rhys me tomara entre sus brazos y bailara conmigo, despacio, hasta que se fueron todos los otros invitados, hasta que Mor se durmió sobre un sofá en el comedor, hasta que el disco de oro del sol tiñó de amarillo a Velaris.
Mi madre y mi hermana iban a viajar al campamento ilyrio de guerra para verme. Se suponía que yo iba a encontrarlos a medio camino pero estaba ocupado entrenando a una nueva unidad y decidí quedarme.
El padre, los hermanos de Tamlin y Tamlin mismo salieron hacia las tierras ilyrias porque conocían, por Tamlin, por mí, el lugar donde iban a estar mi madre y mi hermana, sabían que yo tenía planes para verlas. Se suponía que yo iba a estar ahí. No estaba. Y las mataron.
Pusieron las cabezas de ellas en cajas y las enviaron por el río…, hasta el campamento más cercano. El padre de Tamlin se quedó con las alas como trofeos. Me sorprende que no las vieras en el estudio.
Me pertenecía a mí…, como yo me pertenecía solamente a mí, como mi futuro era mío y era yo la que lo decidiría, la que lo forjaría.
—Cuando pasas tanto tiempo atrapada en la oscuridad, Lucien, descubres que oscuridad empieza a devolverte la mirada.
que yo hubiera estado muriéndome de a poco y que si Rhys no hubiera hecho algo para impedirlo, Cassian o Azriel me habrían sacado de ahí. Me habrían llevado a otro lugar…, fuera donde fuese, y se habrían encargado de Rhys más tarde.
Pero decidí que si tú le tomabas la mano, yo encontraría una forma de vivir con eso. Sería tu decisión.
Entonces, habría dado vuelta el mundo para traerte de vuelta.
—Estoy pensando —dijo mientras seguía el movimiento que hacía mi lengua bajo el labio—, estoy pensando que te miro y siento que me estoy muriendo. Que no puedo respirar. Estoy pensando que la mitad de las veces en que te tengo cerca, no puedo concentrarme, y que esta habitación es demasiado chica para llevarte a la cama como es preciso. Sobre todo con las alas.
La oscuridad me golpeó en el mismo momento en que me golpeaba la tibieza del cuerpo de Rhys. Me costó mucho esfuerzo no acercármele.
Pero las manos anchas se me deslizaron por el cuerpo: una contra el vientre, para acercarme a esa tibieza dura, tan de él; la otra bajo las costillas y los brazos para apretarse contra mí. Enredó las piernas con las mías y entonces una oscuridad más pesada, más tibia se acomodó sobre los dos, una que olía a mar y a cítricos.
Algo duro se me acercó por atrás. El calor me inundó, y me puse tensa y floja al mismo tiempo. Volví a acariciar el ala, con dos dedos ahora y él se retorció contra mi espalda siguiendo el ritmo de la caricia.
No puedo respirar cuando te miro. Déjame tocarte. Porque estaba celoso y enojado… Ella es mía.
—Cuando me lamas —dijo, con la voz ronca—, quiero estar solo, lejos de todos. Porque cuando tú me lamas, Feyre —dijo y me dio besos en el mentón, en el cuello—, voy a tener que rugir tanto que voy a destruir una montaña.
—Y cuando yo te lama a ti —dijo, deslizando los brazos alrededor de mí y apretándome contra él—, te quiero sobre una mesa como si fueras mi banquete personal.
Me desperté, tibia y tranquila, dentro de un nido. Segura.
Los brazos de Rhysand eran bandas alrededor de mi cuerpo, la respiración profunda y pareja. Y yo sabía que para él era tan raro como para mí dormir tan profunda, tan pacíficamente.
Y me di cuenta de que tal vez lo único que quería era hacer eso, exactamente eso, para siempre.
—Yo no me aparto de ti, no me voy, no de tu lado —juré con rapidez.
Pinté flores para Elain en el cajón de ella —dije mientras serruchaba—. Rositas y begonias. Iris. Y para Nesta… —La flecha cayó en el suelo y yo arranqué el otro lado.
Para Nesta —dije y empecé del otro lado—, pinté llamas. Ella siempre estaba enojada, ardía siempre. Creo que ella y Amren se harían amigas con facilidad. Creo que, a pesar de sí misma, le gustaría Velaris. Y creo que a Elain…, a Elain le gustaría también. Aunque seguramente se aferraría a Azriel para tener algo de paz y tranquilidad.
—¿Y qué pintaste para ti misma? Saqué la quinta y me moví hacia la sexta antes de decir: —Pinté el cielo de la noche. Él se quedó inmóvil. Yo seguí: —Pinté estrellas y la luna y nubes y un cielo infinito, negro. —Terminé con la sexta y estaba serruchando la séptima cuando dije: —Nunca supe por qué. Yo no solía salir de noche…, generalmente estaba demasiado cansada y me iba a dormir al atardecer. Pero me pregunto… —Saqué la séptima, la última. —Me pregunto si había una parte de mí que sabía lo que me esperaba. Que sabía que nunca sería una amable cultivadora, sino una mujer que ardería como
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Yo también te estaba buscando —murmuró.
—Si quieres apurar la curación de tu pareja, además de tu sangre, hay una hierba con flores rosadas junto al arroyo. Que la mastique.
El alto lord de la Corte Noche es tu pareja. Por el lazo de apareamiento.
Él es el alto lord más poderoso que haya caminado esta tierra. Tú eres…, eres nueva. Estás hecha por todos los altos lores, por los siete. Diferente de todos los demás. ¿No son similares en eso? ¿No encajan?
Lo miré, el guerrero mestizo, ilyrio a medias, que era mi pareja por lazo de apareamiento. —¿Hace cuánto que sabes que soy tu pareja? Rhys se quedó inmóvil. Todo el mundo se quedó inmóvil. Él tragó saliva. —Feyre. —¿Hace cuánto sabes que soy tu pareja? —¿Tú…, tú enlazaste al Suriel? —Me importaba una mierda cómo se hubiera dado cuenta. —Dije que no tienes derecho a hacer preguntas.
Lo sospeché por un tiempo —dijo Rhys, y tragó saliva de nuevo—. Me sentí seguro en el momento en que Amarantha te estaba matando. Y cuando estuvimos de pie en ese balcón de Bajo la Montaña…, después de que nos liberamos. Lo sentí cuando se hizo evidente entre los dos. Creo que cuando te Hicieron, eso aumentó el olor del lazo. Yo te miré entonces y la fuerza de esa verdad me golpeó como un puño.
Tú estabas enamorada de él; ibas a casarte con él. Y después…, después estabas sufriendo mucho; no parecía correcto decírtelo. —Yo merecía saber.
La otra noche me dijiste que querías una distracción, divertirte, dijiste. No un lazo de apareamiento. Mucho menos un lazo con alguien como yo… un desastre.
Yo estaba dispuesta a luchar hasta mi último aliento para conseguir ese futuro, para defenderlo.
—Seguramente tienes hambre. Voy a calentar algo. Rhys se enderezó. —¿Me…, me hiciste comida? —Calentar —dije—. No sé cocinar.
—Es… es un momento importante cuando una hembra le ofrece comida a su pareja. Se remonta a los tiempos en que éramos bestias. Pero sigue importando. La primera vez importa. Algunas parejas que se unen hacen toda una fiesta, una reunión para que la hembra ofrezca comida a su pareja, formalmente… Entre los ricos, es común. Pero significa que la hembra… acepta el lazo.
Él entendió la oferta: cuéntame mientras cocino y, al final, yo decido si te ofrezco la comida o no.

