Una corte de niebla y furia (Una corte de rosas y espinas, #2)
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Una nota de algo que, hubiera jurado yo, era desesperación. Preocupación.
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Giré, la ropa suelta se me deslizó sobre los hombros, la cintura. No me había dado cuenta de lo flaca que estaba.
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Pero para ti, siempre me hago tiempo.
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¿Por eso que da la sensación de que la pena, la culpa y la rabia te están carcomiendo desde adentro, que te devoran viva bocado a bocado?
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No voy a ser parte de esta guerra que tú crees que está empezando. Dijiste que yo debería ser un arma, no un peón… y a mí me parece que las dos cosas son lo mismo. La única diferencia es quién empuña el arma.
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Fui prisionero en esa corte durante casi cincuenta años. Me torturaron y me golpearon y me violaron hasta que la única forma que tuve de no buscar una manera de terminar con todo fue repetirme quién era, a quién tenía que proteger. Por favor…, ayúdame a que eso no vuelva a pasar. Ayuda a Prythian.
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Pero el libro había llenado mi tiempo, me había hecho una compañía tranquila, constante, la compañía de esos personajes que no existían y no existirían nunca pero que, de alguna forma, me hacían sentir menos…, menos sola.
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La mujer que le había tirado un hueso con forma de espada a Amarantha…, ah, yo no sabía dónde estaba esa mujer ahora. Tal vez había desaparecido el día en que le quebraron el cuello y la inmortalidad le llenó las venas.
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—Ya que pareces más que decidida a adoptar una forma de vida sedentaria —dijo—, pensé que querrías dar un paso más y que yo te trajera la comida.
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Dime qué tengo que hacer —dijo él—, dime qué tengo que hacer para ayudarte.
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Hace meses y meses y sigues siendo un fantasma. ¿Allá no hay nadie que te pregunte qué mierda te pasa? ¿No le interesa a tu alto lord?
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—Déjame ayudarte —susurró Rhys—. Si dejas que esto te destruya, la perra gana la partida.
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Me pregunté si él no se habría estado diciendo lo mismo durante meses; me pregunté si, en la profundidad de la noche, él también tendría momentos en los que lo sofocaban los recuerdos.
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agotada por ese momento de furia. Y me di cuenta de que estaba en una caída libre, sin fondo a la vista. Hacía tiempo que estaba cayendo. Desde el instante en que había asesinado con un cuchillo a la joven Fae.
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Pero yo ya no era la chica humana que necesitaba consuelo y cariño, que quería lujos y una vida fácil. No sabía cómo volver a desear esas cosas. Cómo ser dócil.
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Era como estar de pie mientras alguien me arrojaba piedras con tanta fuerza que sentí que me quebraba.
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Me encerró en esa casa
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Quédate aquí por el tiempo que quieras. Quédate para siempre si te da la gana.
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Si vienes conmigo, no hay vuelta atrás. No puedes hablar de nada de lo que veas con nadie fuera de mi corte. Porque si lo haces, van a morir muchos, mi pueblo va a morir. Así que, si vienes, vas a tener que mentir para siempre; si vuelves a la Corte Primavera, no puedes, no puedes decirle a nadie lo que veas no puedes hablar de las personas que veas ni de lo que pase. Si prefieres no tener ese secreto entre tú y tus…, tus amigos, entonces mejor quédate aquí.
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Yo sentía el pecho abierto, una herida al aire. Me pregunté si saldría sangre de ella, si un espíritu sangraba, si moría. Tal vez eso ya había pasado.
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A Velaris, la Ciudad de la Luz de las Estrellas.
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—Esta es mi casa. Bueno, tengo dos casas en la ciudad. Una es para asuntos más… oficiales pero esta es solamente para mí y mi familia.
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mientras yo los saco corriendo por hablarle así a su alto lord.
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Vosotros, ilyrios, sois peores que dos gatos que maúllan para que los dejen entrar por la puerta trasera. —La manija de la puerta se movió. Ella suspiró. —¿En serio, Rhysand? ¿Nos dejaste afuera y cerraste con llave?
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Son el Círculo Íntimo de Rhysand.
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El alto lord es muy poderoso —dijo, con mucho cuidado—. Y ya servía a su pueblo mucho antes de que el manto de su padre pasara a su poder.
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Por lo que valga, te digo que soy el alto lord más poderoso de la historia de Prythian e interrumpir a Amren es algo que solamente hice una vez en el último siglo.
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Tal vez, si todo se terminaba, hasta sería un alivio…
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—Ni siquiera pienses en eso —siseó Rhysand, los ojos lívidos—. Ni se te ocurra, ni por un instante…
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El cuerpo de Rhys era duro y tibio y yo lo sentía contra el mío, una fuerza sólida de la naturaleza, tallada y preparada para el vuelo. Hasta su olor me recordaba al viento, la lluvia y la sal y un olor a cítrico… y algo más, algo que no conseguí identificar.
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—Mi padre no lo supo nunca… Mi madre… —Una pausa. —Mi madre era ilyria. Algunas noches, cuando me descubría a punto de saltar por la ventana, me retaba…, y después saltaba conmigo y volábamos juntos hasta el amanecer.
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Ella era maravillosa
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—Estoy pensando que me pasé cincuenta años encerrado en Bajo la Montaña y que a veces me permitía soñar con este lugar pero nunca esperé verlo de nuevo. Estoy pensando que ojalá hubiera sido yo el que la matara. Estoy pensando que si viene la guerra, va a pasar mucho tiempo sin que yo tenga una noche como esta.
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Inmediatamente floreció entre los dos el lazo de apareamiento. Una mirada y él supo que ella era su pareja. Su compañera. Convirtió en niebla a los guardias que la retenían.
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La Corte de los Sueños.
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yo viví una vez en un lugar en el que importaba mucho la opinión de los demás. Ese lugar me sofocaba, casi me quebró. Así que me vas a entender, Feyre, cuando digo que sé lo que sientes, sé lo que trataron de hacerte y sé que, con suficiente coraje, eres capaz de mandar a la mierda a la reputación. —La voz se hizo más amable; instantáneamente, se deshizo la tensión entre ellos. —Haz lo que ames, lo que tú necesites. Solamente.
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—Si los que realmente importan saben la verdad, el resto no me importa.
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iluminó a un chico de pelo oscuro, sentado contra la pared en el otro extremo del pequeño espacio, los ojos de un azul abrumador; esos ojos miraron a Rhysand y después se deslizaron hacia el lugar del umbral en el que me escondía
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Cuando llueve, me da una punzada de dolor en la rodilla derecha. Me la arruiné durante la Guerra y me duele siempre desde entonces.
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Me atreví a mirar a Rhys y vi algo parecido a la devastación en esa cara hermosa.
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Hice lo que él me decía; ignoré el roce de esas manos firmes sobre los muslos cuando pasé la otra pierna y él empezó a cerrar y ajustar las hebillas.
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Rhys levantó la vista; las dos manos, sobre mis caderas.
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—Entonces, ¿soy tu cazadora y tu ladrona? Las manos se deslizaron hasta tomarme las rodillas mientras él decía con una sonrisa pícara: —Tú, tú eres mi salvación, Feyre.
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Hice un movimiento para bajar de un salto de la piedra pero él me tomó del mentón en un movimiento demasiado rápido para detectarlo. Las palabras fueron una caricia letal: —¿Te gustó verme arrodillado a tus pies?
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Un anillo de plata y oro entrelazados, salpicado de perlas y en el centro una piedra de un color azul sólido, profundísimo. Zafiro, sí, pero diferente. Yo nunca había visto un zafiro como ese, ni siquiera en las oficinas de mi padre. Casi habría jurado que, en esa luz pálida, se abrían las líneas de una estrella de seis puntas sobre toda la superficie opaca, redonda.
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No volvería a ser débil ni indefensa. No quería, no podía permitir que me quebraran. Que me domesticaran.
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—Era el anillo de mi madre. —Como si esa fuera la única explicación que yo me merecía. —¿Cómo lo perdiste? —quise saber. —No lo perdí. Mamá me lo dio como recuerdo, después se lo llevó cuando llegué a la madurez… y se lo dio a la Tejedora. —¿Para qué? —Para que yo no lo malgastara.
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me golpeó bruscamente con tanta fuerza que se me aflojaron las rodillas. Ni siquiera lo había mirado a Rhys, pero de pronto, él me tomó por el brazo, abrió las alas y nos llevó a los dos por la ventana. Caída libre otra vez; cinco segundos de trueno, de espanto antes de que él me transportara al dormitorio en la casa de la ciudad. Un baño caliente preparado. Me le acerqué tambaleándome y el cansancio me golpeó como el golpe de un puño mientras él decía:
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Fruncí el ceño. Pero di un paso hacia él, después otro… y lo hice retroceder un paso, dos, hacia el dormitorio. Los rastros de la grasa y el pelo seguían ahí, pegados contra mi piel, recordándome lo que él me había hecho hacer…
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Un dormitorio tallado en obsidiana; una cama grande como un elefante, sábanas color ébano, de tamaño suficiente para tapar las alas.