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March 24 - March 25, 2022
Que rezara para que un día yo aprendiera a amar los vestidos y las fiestas y mi rol de novia linda de mejillas sonrojadas.
Rezaba por no despertarme bruscamente y vomitar sobre las sábanas cuando no reconociera el lugar en el que estaba, cuando no supiera si la oscuridad que veía era permanente.
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Y sin embargo, sentía como si una manta me ahogara los sentidos, me disminuyera las sensaciones de sonido, de gusto, los sentimientos.
La vastedad de mi existencia sin fin bostezó frente a mí. Y yo dejé que me tragara.
Es obvio que no conocéis a Rhysand. No muy bien.
Sola en mi dormitorio, me di cuenta de que no recordaba cuándo me había reído con ganas por última vez.
Una brisa nocturna flotó a través de la ventana abierta, me tocó el pelo, me secó el sudor frío. El cielo oscuro me llamaba, las estrellas tan débiles y pequeñas, como motas de escarcha.
Realmente odiaba ese vestido de boda.
—Y suenas como si estuvieras a punto de entrar a tu funeral.
Tan ciego ante la verdadera extensión de la oscuridad y la ruptura inmensa que yo llevaba en mi interior. Ante lo poco preparada que yo estaba para llevar ropa blanca cuando tenía las manos tan sucias.
que encadenaría a Tamlin a mi alma quebrada y agotada.
Para siempre…, yo nunca iba a sentirme mejor, nunca conseguiría librarme de mí misma, de ese calabozo en el que había pasado tres largos meses…
Hola, Feyre, amor —ronroneó.
Rhys me miró despacio y chasqueó la lengua cuando vio los guantes de seda. Lo que se me arremolinaba dentro de la piel, sobre el brazo, se quedó quieto y frío de pronto.
¿Interrumpí algo? Y yo que pensé que ya habrían terminado. —Rhys me dedicó una sonrisa que destilaba veneno. Sabía…, a través del lazo que nos unía, la magia que había entre nosotros, fuera cual fuese, sabía que yo había estado a punto de decir que no. —Por lo menos Feyre pensaba eso, me parece.
—Bienvenida a la Corte Noche.
Por salvarte cuando me lo pediste.
—¿Qué quiero? Primero que nada, quiero que digas gracias. Después quiero que te saques ese vestido espantoso. Tienes el aspecto de… —La boca se cortó en una línea cruel. —Tienes exactamente el aspecto que él y esa sacerdotisa quieren que tengas: el de una damisela frágil con ojos de gama.
No eres mi prisionera, Feyre. Hicimos un trato, y yo me estoy cobrando. Vas a ser mi invitada, con los mismos privilegios que un miembro de mi corte. Ninguno de mis súbditos va a tocarte, lastimarte, ni siquiera pensar mal de ti.
—Estoy dispuesto a aceptar tu agradecimiento en cualquier momento, ya lo sabes —me dijo sin mirar atrás.
tenía que estar en algún tipo de humor raro ese día para dejar que se le viera así el temperamento.
Ya casi estaba llegando —respiraba sin mucho ruido, asustada— cuando una voz femenina, divertida y brillante, dijo detrás de mí…, desde lejos, desde el lugar adonde se hubo ido Rhys en el extremo opuesto del salón: —Eso sí que salió bien… El gruñido de Rhys como respuesta hizo que yo caminase más rápido.
Conocía ese tirón:
Pero volví a sentir el tirón en la mente, en las entrañas… una llamada.
mientras él me recorría con ellos desde la cabeza a los dedos de los pies y otra vez hacia arriba. Frunció el ceño ante algo que faltaba.
Nuestras noches son mucho más hermosas y nuestros amaneceres y atardeceres, exquisitos, pero adherimos a las leyes de la naturaleza.
Bajaste de peso.
Cuando estás a punto de casarte y le pides a alguien que te salve.
¿Esta semana? Quiero que aprendas a leer.
Vas a ser esposa de un alto lord
No me hagas recordar lo que me hiciste en Bajo la Montaña.
Si Rhysand era el macho más hermoso que yo hubiera visto jamás, ella era su equivalente entre las hembras.
Oí hablar tanto de ti —dijo y yo me puse de pie y le tendí la mano en un gesto incómodo. Ella la ignoró y me dio un abrazo que casi me quiebra los huesos. Olía a cítricos y a canela. Traté de relajar la dureza de mis propios músculos mientras ella se alejaba y sonreía con un gesto más bien travieso.
Pero crecimos juntos. Ella es lo único que me queda de mi familia.
—Si te hace enojar, Feyre, por favor, tíralo por el balcón más cercano.
Ah, definitivamente. Pero mírate… leíste toda esa frase, me sacaste a patadas de tu mente y levantaste el escudo. Excelente.
Donde vas a estar encerrada por el resto de tu vida, especialmente cuando empieces a soltar herederos. No puedo esperar a ver lo que va a hacer Ianthe con ellos cuando les ponga las manos encima.
Había aparecido unos momentos antes, a una distancia saludable, y si yo no hubiera sabido bien cómo eran las cosas, tal vez habría pensado que él no quería asustarme.
Tú no eres súbdito de nadie.
Puedes ser un peón en un juego de ajedrez, ser la recompensa de alguien y pasar el resto de tu vida inmortal inclinándote y fingiendo que eres menos que él, que Ianthe, que cualquiera de nosotros. Si quieres elegir ese camino, de acuerdo. Una vergüenza, pero la elección es tuya. —La sombra de las alas volvió a ondear. —Pero yo te conozco, más de lo que crees, supongo, y no me creo ni por un minuto que quieras ser un trofeo bonito para alguien que se sentó sobre su propio culo y no hizo nada durante casi cincuenta años y después se sentó sobre su culo y no hizo nada mientras te partían en
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Pero es tu decisión…, tuya, de nadie más.
Quiero que me hables como a una persona. Empieza con «buenos días» y veamos adónde nos lleva eso.
Correcto. Seguramente lo vas a ignorar de todos modos. Lo vas a barrer debajo de la alfombra, como haces con todo lo demás.
¿Y para qué molestarte? Mejor sentirse muy mal y estar sola.
Me golpearon pensamientos, imágenes y recuerdos, un esquema de pensamiento y sentimiento que era viejo, inteligente, tan infinitamente triste y lleno de culpa, sin esperanza…
En realidad era peor que una corona.
—Se me quebró la voz. —Pero tú, Tamlin… —Las paredes se precipitaron sobre mí. La quietud, los guardias, las miradas. Lo que acababa de ver en el Diezmo ese día. —Me estoy ahogando —me las arreglé para decir—. Me estoy ahogando, Tamlin. Y cuanto más haces esto, los guardias… Es como si me estuvieras sosteniendo la cabeza dentro del agua.
Había días en que no hablaba con nadie. Ni siquiera con Alis.
Cuando oyó la puerta, Rhys se volvió hacia mí. La sonrisa que había tenido en los labios se extinguió.
¿No hay comida por aquí últimamente?

