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Creía que había Uno muy superior a Faraón que le llevaría seguro a lo largo de su misión. Creía que “la recompensa de recibir un galardón” era mucho mejor que todos los honores de Egipto. “Calculó el costo” por fe, “como viendo al invisible” y estaba convencido de que renunciar a Egipto y marchar al desierto era ganancia.
Creía que Jesús, quien lo encontró en el camino a Damasco, podía darle cien veces más de lo que renunciaba en este mundo; creyó por fe que en el mundo venidero tendría vida eterna. Por fe, “calculó el costo” y vio claramente de qué lado se inclinaba la balanza. Creía firmemente que llevar la cruz de Cristo era ganancia.
La fe que llevó a Noé, a Moisés y a Pablo a hacer lo que hicieron es el gran secreto para llegar a una conclusión perfecta con respecto a nuestras almas. Esa misma fe tiene que ser nuestro ayudante y tesorero cuando nos sentamos para calcular el costo de ser un verdadero cristiano.
piense seriamente cada lector si su vida espiritual le está costando algo en el presente. Es muy probable que no le esté costando nada. Es muy posible que no le cueste problemas, ni tiempo, ni reflexiones, ni preocupaciones, ni sufrimientos, ni lectura, ni oraciones, ni negarse a sí mismo, ni conflictos, ni trabajo, ni esfuerzo de ninguna clase. Ahora preste atención a lo que le voy a decir. Una vida espiritual como esa nunca salvará su alma. Nunca le dará paz mientras viva, ni esperanza cuando llegue la muerte. No le dará fuerzas el día de la aflicción, ni lo consolará el día de su muerte.
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Ay, perezoso, ¿ha llegado realmente a esto, a perderse el cielo por no incomodarse? ¿Está realmente decidido a naufragar para siempre, simplemente porque no le gusta hacer un esfuerzo? ¡Afuera con este pensamiento cobarde e indigno! ¡Levántese, compórtese y actúe con determinación! Dígase a sí mismo: “Cueste lo que cueste, me esforzaré para entrar por la puerta estrecha”. Ponga sus ojos en la cruz de Cristo y tome nuevas fuerzas.
Puede costarle mucho ser cristiano, pero puede estar seguro de que vale la pena.
Si algún lector siente que realmente ya ha calculado el costo y tomado la cruz, le insto a que persevere y siga adelante. Me atrevo a decir que, a menudo, se ha de sentir desalentado y tentado a darse por vencido. Sus enemigos parecen ser muchos, los pecados que lo acosan son muy fuertes, sus amigos son pocos, el camino es tan empinado y angosto que no sabe qué hacer. Pero aun así, le insto a perseverar y seguir adelante. El tiempo es muy breve. Unos cuantos años de velar y orar, unos cuantos zarandeos del mar de este mundo, unos pocos fallecimientos y cambios más, unos pocos inviernos y
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Al hombre que no tiene más que una religión de domingo, cuyo cristianismo es como su ropa dominguera, para ponerse una vez por semana y luego dejarla a un lado, por supuesto que no le puede interesar “crecer en la gracia”. Nada sabe de cosas así; “para él son locura” (1 Co. 2:14). Pero a todo el que toma su alma realmente en serio y tiene hambre y sed en su vida espiritual, la pregunta tiene que tocarle poderosamente el corazón. ¿Progresamos en nuestra religión? ¿Estamos creciendo?
El crecimiento es una señal principal de los verdaderos santos. La salud y prosperidad espiritual, la felicidad y paz espiritual de cada cristiano sincero y santo, están estrechamente ligados con el tema del crecimiento espiritual.
la comprensión del hombre ha caído tanto como su voluntad. Los desacuerdos sobre doctrinas son a menudo nada más que desacuerdos sobre el significado de palabras.
Creo firmemente que nuestra elección, llamado y posición en Cristo no incluye grados, incrementos ni reducciones.
Cuando hablo de que alguien “crezca en la gracia”, quiero decir sencillamente esto: Que su sentido del pecado se está profundizando, su fe fortaleciendo, su esperanza haciendo más brillante, su amor más extenso, su espiritualidad más marcada.
“Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 P. 3:18). No sé lo que otros piensen de textos como estos. A mi entender, establecen la doctrina que estoy defendiendo y hacen imposible cualquier otra explicación. La Biblia enseña el crecimiento en la gracia. Podría terminar aquí y no decir más.
si alguien me pregunta cómo llegar a ser más fuerte, le digo que tiene que ser por el mismo proceso por el cual todas las cosas que tienen vida lo logran. Tiene que crecer. Y eso es lo que quiero significar cuando digo“crecer en la gracia”16.
mejor evidencia de salud espiritual y prosperidad.
La buena salud de un animal o un vegetal se muestra porque prospera y crece. Sucede lo mismo con nuestras almas. Siprosperan y andan bien, crecen17.
“crecer en la gracia” es una manera de ser felices en nuestra religión. Dios ha entrelazado sabiamente nuestra tranquilidad y nuestro aumento de santidad. En su gracia, ha hecho que seguir adelante y aspirar a logros mayores como cristianos sea para nuestro bien. Hay una gran diferencia entre la cantidad de placer que un creyente disfruta en su religión comparado con lo que disfruta otro. Pero puede estar seguro de que el hombre común que siente más “gozo y paz en el creer” (Ro. 15:13) y tiene el testimonio más claro del Espíritu en su corazón, es el hombre que crece.
El hombre que sacude y agita las mentes y pone el mundo a pensar, es el creyente que continuamente mejora y avanza.
“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador”; “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (Jn. 15:1, 8). El Señor se agrada de todo su pueblo, pero especialmente de los que crecen.
Decirle a un inconverso muerto en pecado que “crezca en la gracia” sería absurdo. Decirle a un creyente despierto y vivo en Dios, que crezca, no es más que convocarlo a que cumpla un deber claramente bíblico.
Nadie más que nosotros tiene la culpa si no crecemos.
Una marca del “crecimiento en la gracia” es un incremento de humildad. El hombre cuya alma está “creciendo”, cada año siente más lo pecaminoso e indigno que es.
Más se acerca a Dios, más ve la santidad y perfección de Dios y más sensible es a sus propias innumerables imperfecciones.
Entre más madurez alcanza para la gloria, más, como el maíz maduro, inclina la cabeza.
¿Quiere alguien saber si está creciendo en la gracia? Entonces mire su interior con creciente humildad
El hombre cuya alma está “creciendo”encuentra cada año más de Cristo sobre lo cual descansar, y se regocija más de que tiene tal Salvador.
descubre en Cristo una satisfacción a las necesidades de su alma, que antes ni siquiera veía a medias. ¿Quiere alguien saber si está creciendo en la gracia? Entonces mire su interior para encontrar un mayor conocimiento de Cristo.
El hombre cuya alma está “creciendo” logra cada año más dominio sobre el pecado, el mundo y el diablo.
Lo principal que espera del cielo, además de la presencia de Cristo, es una separación completa de todo pecado. ¿Quiere alguien saber si está creciendo en la gracia? Entonces mire en su interior para encontrar una santidad creciente20.
El hombre cuya alma está “creciendo” está más lleno de amor cada año, de amor por todos, pero especialmente por los hermanos. Demostrará su amor activamente por una creciente disposición de ser más bondadoso, interesarse por los demás, tener buena disposición hacia todo, ser generoso, afable, comprensivo, tierno y considerado. Lo demostrará pasivamente por una creciente disposición de ser humilde y paciente con todos, de tolerar las provocaciones y no exigir sus derechos, de soportar y abstenerse en lugar de disputar. El alma que crece tratará de pensar lo mejor acerca de la conducta de otras
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El hombre cuya alma realmente está “creciendo” se interesará más cada año por la salvación de los pecadores.
Una de las señales más seguras de una declinación espiritual es un interés decreciente en las almas de otros y en el crecimiento del reino de Cristo. ¿Quiere alguien saber si está creciendo en la gracia? Entonces mire su interior para encontrar una creciente preocupación por la salvación de las almas.
Dios ha ordenado los medios al igual que su finalidad. El que quiere crecer en la gracia tiene que usar los medios para lograr crecimiento
Muchos admiran el crecimiento de la gracia en otros, y desearían ser como ellos. Pero parece que suponen que los que crecen lo hacen por algún don o favor de Dios, y que ese don no les ha sido dado a ellos así que tienen que contentarse tal como están. Esto es una fantasía contra la cual testificaré con todas mis fuerzas. Quiero que se entienda claramente que el crecimiento en la gracia está conectado estrechamente con los usos al alcance de todo creyente y que, por lo general, las almas que crecen lo hacen porque se valen de estos medios.
Desechen para siempre la idea vana de que si un creyente no crece en la gracia no es por su culpa.
Grabe en su corazón las palabras de Salomón: “El alma del perezoso desea, y nada alcanza; Mas el alma de los diligentes será prosperada” (Pr. 13:4).
la oración en privado, la lectura de las Escrituras en privado y la meditación y auto examen en privado.
Aquí está la razón por la cual parece que muchos cristianos nunca progresan. Son descuidados y negligentes en lo que respecta a sus oraciones en privado. Leen muy poco su Biblia y con muy poco entusiasmo. No se dan tiempo para analizarse y reflexionar en silencio acerca del estado de sus almas.
La religión en privado tiene que recibir nuestra mayor atención si queremos que nuestra alma crezca.
las ordenanzas del culto regular del domingo, la unión del pueblo de Dios en oración y alabanza, la predicación de la Palabra y la celebración de la Cena del Señor.
Procuremos elevar las oraciones antiguas, cantar los himnos de antaño, ponernos de rodillas ante el altar, escuchar la predicación de las antiguas verdades con la misma frescura y las mismas ansias que cuando por primera vez creímos. Es señal de mala salud cuando alguien pierde el apetito, y es señal de declinación espiritual cuando perdemos nuestro apetito por los medios de gracia.
Nuestro temperamento, nuestra lengua, el manejo de nuestras diversas relaciones en la vida, el empleo de nuestro tiempo, entre otras cosas, son aspectos que tenemos que vigilar atentamente si queremos que nuestras almas progresen.
La vida se compone de días, y los días de horas, y las cosas pequeñas de cada hora nunca son tan pequeñas que no merezcan la atención del cristiano.
Si un cristiano profesante escoge deliberadamente intimar con los que no son amigos de Dios y se aferran al mundo, es seguro que su alma se perjudicará.
Cometer errores en la elección de amigos o de cónyuge es la razón por la cual muchos han dejado totalmente de crecer. “Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.” “la amistad del mundo es enemistad contra Dios” (1 Co. 15:33; Stg. 4:4). Busquemos amigos que nos motiven a ocuparnos de la oración, la lectura bíblica, el uso de nuestro tiempo, de nuestra salvación y de los asuntos del mundo venidero.
Una persona puede ser creyente y tener sus pies sobre la roca, y aun así, privarse de sus privilegios.Es posible tener una “unión” con Cristo y aun así, tener poca o nada de “comunión” con él. Pero, aunque parezca mentira, tal cosa sucede.
Este hábito de relacionarnos con Cristo de este modo se trata claramente de algo más que una confianza general y vaga en la obra que Cristo hizo por los pecadores. Se trata de acercarnos a él y aferrarnos a él con confianza, como un Amigo cariñoso y personal. Esto es lo que quiero decir por “comunión”.
nadie puede jamás crecer en la gracia si no ha experimentado “comunión” habitual con Cristo. No tenemos que contentarnos con un conocimiento general ortodoxo de que la justificación es por fe y no por obras y que tenemos que poner nuestra confianza en Cristo. Tenemos que ir más allá. Debemos procurar tener una intimidad personal con el Señor Jesús, y tratar con él como el que trata con un amigo querido. Tenemos que comprender lo que es recurrir a él primero ante cada necesidad, hablar con él acerca de cada dificultad, consultar con él a cada paso, contarle a él todos nuestros sufrimientos,
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Los años pasan en un abrir y cerrar de ojos y el tiempo vuela. Los cementerios se están llenando y las familias son cada vez más pequeñas. La muerte y el juicio se nos están acercando a todos. ¡Y no obstante usted vive inconsciente de su alma! ¡Qué locura! ¡Qué insensatez! ¿Qué suicidio puede ser peor que este? Despierte antes de que sea demasiado tarde, despierte y levántese de entre los muertos y viva para Dios. Vuélvase al que está sentado a la diestra de Dios para ser su Salvador y Amigo. Vuélvase a Cristo, y clame a él por su alma con todas sus fuerzas. ¡Todavía hay esperanza! Aquel que
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No puede ser para bien de su propia felicidad ni provechoso para usted que su alma permanezca inerte. Sin crecimiento nunca se regocijará en el Señor (Fil. 4:4). Sin crecimiento no puede hacerle bien a nadie.