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la Cruz es el centro del mundo, el corazón de la humanidad y el punto de anclaje de nuestra estabilidad. De hecho, en este mundo solo hay un punto sólido que asegure el equilibrio y la consistencia del hombre. Todo lo demás es inestable, cambiante, efímero e incierto: «Stat Crux, dum volvitur orbis», «solo la cruz permanece en pie, mientras el mundo gira alrededor». El calvario es la cima del mundo, desde donde podemos verlo todo con otros ojos, los ojos de la fe, del amor y del martirio: los ojos de Cristo.
Sería una falacia conceder a Dios el primer lugar en nuestra vida si nuestro cuerpo no se implica también en ello. Si no somos capaces de negar a nuestro cuerpo por amor a Dios no solamente el alimento, sino ciertos placeres y necesidades biológicas fundamentales, nos faltará disposición interior. Por eso, desde los inicios de la tradición cristiana, la castidad, la virginidad, el celibato consagrado y el ayuno se han convertido
Después de su encuentro con Jesús, el verdadero cristiano cambia de conducta.
Cuando Cristo entra en una vida, la desestabiliza, la transforma de arriba abajo. Le da una orientación y unas referencias éticas nuevas; el bautismo es una ruptura en forma de alianza, ¡no un pacto moral!
Sin el Hijo de Dios, el hombre se pierde y la humanidad deja de tener futuro.
Con ayuda de los medios, los lobos pasan por generosos corderos que están del lado de los más débiles.
En este inicio del tercer milenio, la destrucción de la vida ya no es un hecho bárbaro, sino un progreso de la civilización: la ley se escuda en el pretexto de un derecho a la libertad individual para dar al hombre la posibilidad de matar al prójimo. El mundo puede convertirse en un auténtico infierno. No se trata ya de decadencia, sino de una dictadura del horror, de un genocidio programado cuyos culpables son los poderes occidentales.
Una cosa es respetar a las personas homosexuales, que tienen derecho a un auténtico respeto, y otra distinta promover la homosexualidad como modelo social.
El bien material y la satisfacción inmediata se convierten en la única razón de vivir. Al final de este proceso ya no se trata siquiera de combatir a Dios, sino de ignorar a Cristo y al Padre.
Sin Cristo, el hombre se convierte en un lobo para el hombre y ya no sabe amar como Jesús.
Estoy convencido de que una democracia que contribuya al desarrollo integral del hombre no puede subsistir sin Dios. Cuando un jefe de Estado dice que Dios se halla por encima de él, es más fácil que su conciencia lo llame a la humildad y al servicio. Sin referencias cristianas, en la ignorancia de Dios, una democracia se convierte en una especie de oligarquía, un régimen elitista y desigualitario. Como siempre, el eclipse de lo divino significa la degradación del hombre.
No es “adulta” una fe que sigue las olas de la moda y la última novedad; adulta y madura es una fe profundamente arraigada en la amistad con Cristo.
El hombre tiene necesidad de la Iglesia y de la oración personal y comunitaria para ser llevado a la verdad.
El hombre no es feliz acumulando bienes materiales, sino que se realiza configurando toda su vida a partir de la enseñanza de Cristo. La riqueza puede conducir a la soledad y a la tristeza, mientras que Cristo concede siempre la alegría.
El progreso sin Dios es una felicidad falsa.
la «miseria espiritual» es el mayor drama del...
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Si consideramos que no necesitamos a Dios, que en Cristo nos tiende la mano, porque pensamos que nos bastamos a nosotros mismos, nos encaminamos por un camino de fracaso. Dios es el único que verdaderamente salva y libera.
igualitarismo
el papa Francisco
Al abandonar a Dios, el hombre pierde la razón y se vuelve ciego.
Sin Dios, el hombre construye su infierno en la tierra. Las distracciones y los placeres pueden convertirse en auténticas plagas para el alma cuando se hunden en la pornografía, la droga, la violencia y en toda perversión posible.
la búsqueda de placeres está ligada al abandono de Dios.
Los hombres fuertes en la oración no naufragan.
No hay mayor desprecio que la indiferencia.
La fe consiste en querer lo que Dios quiere, en amar lo que Dios ama, aunque eso nos conduzca a la Cruz.
La fe no implica garantías. El creyente camina en la noche, como un peregrino en busca de luz.
Un cristiano que no se gloría en Cristo crucificado no entiende lo que significa ser cristiano.
Un hombre triste no es discípulo de Cristo.
Quien cuenta exclusivamente con sus propias fuerzas se entristece cuando estas declinan.
la misericordia exige verdad, justicia y arrepentimiento.
Ya no se confía en la Iglesia. Se confía en el primer profeta profano que viene a hablarnos desde la tribuna de un periódico o de un movimiento social, y se corre tras él para preguntarle si posee la fórmula de la verdadera vida, sin pensar que ya la poseemos, que somos sus dueños.
Bajo su influencia, los pecados de ayer se han convertido en virtudes.

