Siéntate como un sultán entre las lunas de Saturno y considera al hombre en su más alta abstracción, solo: te parecerá un prodigio, una grandeza, un dolor. Pero desde el mismo púlpito considera a la humanidad en masa y verás que en su mayoría te parecerá una multitud de duplicados innecesarios, tanto en el espacio donde coinciden como en el tiempo en que se suceden. Pero aunque humilde y muy lejos de ofrecer un ejemplo de alta abstracción humana, el carpintero del Pequod no era un duplicado, razón por la cual aparece en persona en este escenario.

