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January 6 - January 9, 2019
—El único animal que se alimenta de carne humana es don Sabas
—Si no te pones los nuevos no acabarás de amasarlos nunca —dijo. —Son zapatos de paralítico —protestó el coronel—. El calzado debían venderlo con un mes de uso.
Los maromeros comen gatos para no romperse los huesos.
Dijeron que el gallo no era nuestro sino de todo el pueblo.
Debías darte cuenta de que me estoy muriendo, que esto que tengo no es una enfermedad sino una agonía.
«Es la misma historia de siempre», comenzó ella un momento después. «Nosotros ponemos el hambre para que coman los otros. Es la misma historia desde hace cuarenta años.»
—Todo el mundo ganará con el gallo, menos nosotros. Somos los únicos que no tenemos ni un centavo para apostar. —El dueño del gallo tiene derecho a un veinte por ciento. —También tenías derecho a que te dieran un puesto cuando te ponían a romperte el cuero en las elecciones —replicó la mujer—. También tenías derecho a tu pensión de veterano después de exponer el pellejo en la guerra civil. Ahora todo el mundo tiene su vida asegurada y tú estás muerto de hambre, completamente solo.
—Si el gallo gana —dijo la mujer—. Pero si pierde. No se te ha ocurrido que el gallo pueda perder. —Es un gallo que no puede perder.
—Dime, qué comemos. El coronel necesitó setenta y cinco años —los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto— para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder: —Mierda.