Kindle Notes & Highlights
Afinemos, papá sentaba cátedra y ocho orejas, las orejas de su mujer y sus tres hijas, escuchaban o hacían como si.
Afinemos, papá sentaba cátedra y ocho orejas, las orejas de su mujer y sus tres hijas, escuchaban o hacían como si.
Porque —espero no se decepcionen— era doctor pero en Filosofía.
Porque —espero no se decepcionen— era doctor pero en Filosofía.
“señor jurado, ese párrafo no es mío, está usted enmendando una cita de Bergson”.
“señor jurado, ese párrafo no es mío, está usted enmendando una cita de Bergson”.
se parecía a Jeremy Irons jovencito, y a mí nunca me han gustado los hombres flacos con ojos de ternero deshidratado.
se parecía a Jeremy Irons jovencito, y a mí nunca me han gustado los hombres flacos con ojos de ternero deshidratado.
Nadie nunca encomiaba su papel de madre y mucho menos el de ama de casa. En casa de filósofo, esposa de palo.
Nadie nunca encomiaba su papel de madre y mucho menos el de ama de casa. En casa de filósofo, esposa de palo.
Toda memoria es invención.
Toda memoria es invención.
Ahora es para mí difícil saber qué es recuerdo, qué es invento, qué fusión y qué confusión.
Pero Águeda tocó el Cielo con las manos. Que es lo peor que le puede suceder. A una mujer.
en ese entonces el turismo aún no era mal visto entre los intelectuales.
Y Águeda, púdica y recatada, pero no lerda ni perezosa, hizo caso y alzó el vuelo.
Sí quedamos todas chafadas, como quien ha tomado impulso para dar un gran salto, se arrepiente y se detiene, al borde, con toda la carga de adrenalina rebasándola.
Ahora sí, papá, la casa es toda tuya. Mauricio ya no está tan seguro. De adorar el silencio.
A eso vienen los mesías a esta tierra, está claro, a redimir mujeres, a darles al fin un hombre propio, todo suyo, nuevecito a estrenar.
que la Filosofía lo salvó de la psicosis,
Cómo me atrevo. Parir una hija, criarla y amarla para que un día escriba estas brutalidades. Soy muy valiente o muy cobarde, pregunto.
Era filósofa y, como tal, razonó erróneamente en las cuestiones llamadas del corazón.
la docencia, su verdadera vocación y como tal su más grande talento. El filósofo Zamora era capaz de hacerte entender el Dasein en una tarde de café.
Se aplaudía cuando las rueditas del avión tocaban pista, aunque no lo crean. Los cambios de las últimas décadas han convertido esta en una novela de época.
Cuando una persona está enamorada alcanza la cúspide de su esencia, su estado de mayor compenetración con el mundo.
Ser una mujer desocupada, ah, esa libertad aún no la hemos conquistado).
Qué difícil es recordar lo que no nos interesó.
Vieja ridícula,
“Todo pero es un porque incomprendido”,
Será eso el enamoramiento, darse rienda, pero no así porque sí, sino al ver nuestro yo más auténtico reflejado en los ojos del otro, y no cualquier otro. Águeda se amó por primera y única vez en su vida cuando vio su reflejo en los ojos grises como lagos en invierno de Jean, he dicho.
Así fue como una mujer que se veía a sí misma como una personaje de Flaubert, se convirtió a su pesar en la protagonista de un Bergman tropical.
“La distancia más corta entre una persona y la verdad es una historia”, dijo el jesuita Anthony de Mello, honrosamente excomulgado. Transformamos lo sucedido, la que llamamos vida real, en una historia, ¿para qué? Para alcanzar, si no la verdad, al menos una verdad.
Ese debe de ser el período que recuerdo tan entrañable, dos poetisas escribiendo con el fondo pertinaz de la lluvia, en esos meses previos a la llegada del hombre. La mejor parte del amor es esa, repito, y añado: la mejor parte del matrimonio es ver alejarse al hombre por la puerta cada mañana, díganme si no.
No es posible recordar el dolor sin que duela.
indigente emocional,
Hice lo único que he sabido hacer en la vida. Maletas. Adiós, mamá. Águeda quedó dando vueltas por la isla desolada, como un fantasmilla, hablándole a un pedazo de plástico, que es lo que era el teléfono inalámbrico.
toujours non,
siempre no.
No nos engañemos, es más sencillo y más llevadero el duelo por un hombre muerto que por uno que sigue vivito y peor si coleando.
amour fou
Lo que hace cien años era una mujer enamorada, hoy es una inadecuadamente medicada.
En sí mismas, las vidas no tienen sentido. O se puede decir también de este modo: contamos historias para dar sentido. Las cosas pasan, pasan y pasan y somos nosotras, narrando, las que les damos sentido, en tantos sentidos de la palabra sentido.
Visitó psiquiatras, curas y chamanes variopintos, creo que no intentando deshacerse de La Depre sino darle una forma poética. Cosa que, lo siento mucho, no consiguió.
(Qué curioso, estas frases me parecen inapropiadas y vergonzosas, pese a que son de una profunda inocencia. Será porque una nunca quiere ver a la madre como mujer, me digo, pero no es verdad, las hijas no hacemos otra cosa que evaluar a nuestras madres como mujeres. La verdad es que no queremos ser interpeladas como mujeres por nuestras madres.)
Hace no tanto, una noche de insomnio, me puse a pensar qué es amor, si no es apego o dependencia, qué es, por quién lo siento, y haciendo un minucioso escrutinio, llegué a la conclusión de que yo ni quería ni nunca había querido a nadie.
¿Amé a Águeda alguna vez? Si amor es este estrujamiento de las vísceras, teñido de un manto gris y una sensación de lágrimas extraviadas que es más una evocación, un recuerdo de un llanto siempre sentido
pero nunca efectuado; si eso es amor, amé a Águeda tanto, tantísimo. Más q...
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Me hiere pensarlo, pero quizás Jean también dejaba el teléfono como una cucaracha patas arriba mientras por los agujeritos del auricular salía el hilillo imparable de la voz de Águeda.
“Un día de estos me voy a volver loca y voy a salir corriendo chinga por las calles”. Eso nos decía. Chinga es desnuda, por si alguien no lo sabe.
La Águeda menos Águeda fue la única que admiré, la única de la que me sentí orgullosa. Me siento culpable por eso, o lo soy, debería decir.

