Solo cuando los críticos historicistas y sus descendientes sean capaces de incorporar a sus concepciones una considerable porción de devoción hacia las obras de arte, sobre todo y ante todo en cuanto obras de arte (más que en cuanto documentos sociológicos, culturales, morales o políticos), se abrirán a más de unas pocas de las muchas grandes obras del arte del siglo XX, y desarrollarán —esto es obligatorio para todo crítico responsable de hoy— un vínculo inteligente con los problemas y objetivos del «modernismo» en las artes.

